martes, 9 de marzo de 2021

SEAN COSTA

 

SEAN COSTA escribe: “Sobre mí:

Soy un compositor y músico multi instrumentista uruguayo.

En mis creaciones trato de reflejar mi visión sobre la vida y el mundo que me rodea, tomando la autenticidad como valor fundamental. Es por esto que grabo cada uno de los instrumentos y me hago cargo de la producción total de las canciones, buscando un sonido que me represente genuinamente de principio a fin.”

Nada más claro. Quien lo lee puede sentirse preparado para escuchar las canciones y comprenderlas. Por momentos cada nota se siente como si fuera la única, como si escapara por un instante de la perfecta amalgama de sonidos que el   artista inteligentemente ordena con ayuda digital a fin de ajustarlos a su sensibilidad herida, a su necesidad imperiosa de expresión. La poesía que envuelve terribles realidades que se descubren en la juventud y en la falta de valores de una sociedad indiferente, liviana, superficial, surge estrechamente ligada al sonido de la música, rítmica, penetrante, constante como un llamado desesperado a reconocer algo que a todos los hombres de hoy atañe y debiera preocupar. La autenticidad que Sean Costa  busca y encuentra en sí mismo es entregada poéticamente y los sonidos de las letras se ven aplacados por las sutilezas musicales y así las verdades cantadas resultan aún más penetrantes, más conmovedores, más verdaderas. Divulgar este llamado de Sean Costa a la toma de conciencia de tantas miserias tiene un timbre de alerta que es al mismo tiempo un consejo personal en la canción titulada “Camino con Vos”. Copio sus palabras: “No necesito nada más, camino con vos, buscando el camino. Nuestra ilusión, nuestro destino. ….Es difícil transitar un mundo individual, done cada vez buscamos escapar a lo real… A lo que sentimos, en lo que creímos, por lo que seguimos…”.

Elisa Roubaud

 

RODRIGUEZ ANA MARIA

 

RODRIGUEZ ANA MARIA.-

Son raíces. Son ramas. Fueron vivas unidas a los árboles en sus ramas o sosteniéndolos bajo tierra. Encontradas, recogidas, elegidas como formas, se convierten en seres vivos que la imaginación rescata de otras realidades. Son reales. Vuelven a erguirse, a volar, a bailar, moverse o estar fijas en una posición que les devuelve el ser y las rescata de volverse polvo entre las hojas caídas de los bosques.

Ana María Rodríguez, psicóloga de profesión, supo ver en aquellas formas encontradas la posibilidad de renacer y cambiar sin perder su forma original; pero insertadas en diferentes composiciones que les devolvieran el motivo de ser. Fue así como su sentido artístico se atrevió a crear escenarios donde las nuevas figuras se ordenaron en perfectas composiciones, donde el contemplador las recuperaba en visiones que le permitían volver a soñar, con la esperanza de un cambio tal vez personal, o simplemente perderse en una historia contada en colores, escrita con nudos que otrora fueron soporte de brotes y flores, una historia renovada ya antes de ser inventada, dócil a la acción de las hábiles manos que la contaban, dejando en ellas sus propias angustias, alegrías y temores.

Así nacieron y crecieron estos personajes del baile, la comedia o el vuelo libre de los sentimientos que se plasman para no perderse. Así, sin pretensiones de un arte con mayúscula, se mueven y permanecen inmóviles soportando las miradas, estas criaturas nuevas, nacidas de ramajes viejos, surgidas de brotes enterrados, que Ana María rescató de los suelos de Punta Negra para entregarlas nuevas y cargadas de sentid, en una armonía de formas y colores que devuelven sueños perdidos. Son las mismas. Son otras. Son la renovación que el arte puede dar como respuesta sentida a la realidad que envuelve al artista y seduce al contemplador.

Elisa Roubaud




























Caubarrere Denise

 Caubarrere Denise

LIBROS ESCRITOS Y PUBLICADOS POR DENISE CAUBARRERE.

-Carrasco -el misterioso encanto de un barrio. Primera Edición, Mosca Hnos. diciembre 1998. Segunda Edición Tralinco S.A., diciembre 2007.

-El Prado y antiguas costas del Miguelete - Impreso por DobleEmme en diciembre de 2001. 

-Ernesto Leborgne - Editado por agua;m  en mayo de 2005.

-Erase una vez - Los 85 años del Yacht Club de Punta del Este, editado en 2008.

-Orden de los Carmelitas Descalzos - Cien años den el Uruguay, editado por Tradinco en diciembre de 2011.

sábado, 6 de marzo de 2021

FERREYRA SANTOS JUAN CARLOS

 

 

MURIO EL PINTOR JUAN CARLOS FERREYRA SANTOS

Juan Carlos Ferreyra Santos nació en Montevideo en 1945 y murió de una grave y corta enfermedad, en la madrugada del 17 de noviembre pasado, en Punta del Este  Tuvo una sólida educación, agregando a  la formación artística junto a Federico Moller de Berg (1966- 1968), Kabregú (1968), Jorge Damiani (1969), su pasaje de cuatro años por la Facultad de Derecho de Montevideo y doce años de estudio del canto, tomado y retomado en distintos períodos de su carrera. Vivió y estudió en Florencia, Italia, en 1964 y 1965; nuevamente durante 1971 y 1972 y en 1978 y 1979;  en los Estados Unidos durante los años 1988 y 1989, 1997 y 1998. Desde esa fecha se retiró a su casa taller de la Parada 5, bordeando los bosques de San Rafael, dedicado al dibujo, la pintura, el estudio y las clases tanto a sus alumnos particulares como las que impartió en la Casa de la Cultura de Maldonado, extendiendo su anterior experiencia como profesor de hisjtoria del arte en Montevideo, en el Instituto Italiano de Cultura.

Ultimamente prefería Ferreyra Santos trabajar motivos abstractos en pequeño formato; obras que podían convertirse en los grandes murales que componía de dos metros por tres, pintados sobre tela  al óleo o con acrílicos, porque le permitían extender el color con mayor suavidad en el mayor espacio. Una última exposición retrospectiva, en la Galería Alvira de Maldonado, organizada por Miguel Battegazzore en octubre de 2005, demostró la versatilidad del pintor para encontrar siempre nuevas y sorprendentes soluciones con el color, en todos los tamaños, en una figuración absstracta o en la total abstracción. Fue realmente una explosión de color contenida en contundentes composiciones, armoniosas y tanto frescas como dramáticas en la transposición de sus ssentimientos. Las grandes telas eran un desafío para su gestualidad y un espacio donde su afición al cine encontraba nuevas pantallas donde construir el misterioso desarrollo de su propia historia. Y así las series definieron los períodos de su evolución: abstracción (1969-1972), mujeres (1975-1991), cañaverales ((1976-1986), desarrollos (1987-2001).

Nada mejor que recordarlo con sus propias palabras  cuando dijo y fue recogido por la prensa en distintas oportuniades: “Cada vez los colores me dominan más a mí. Yo busco disciplinar mi espontaneidad”. “Siempre hay que redescurrir el mundo y redescubrirse uno mismo”. “Todo cuadro tiene misticismo, tiene sufrimiento y sensualidad”. “No se debe buscar el misterio, se lleva adentro. La única obligación del artista es la de trabajar a fondo, conocer su propia identidad, sentirse. Todo lo demás es objetivo, incluso pienso que un cuadro serio es inevitable: yo no puedo evitar que esos cuadros sean azules. Estamos bastante expuestos”.

Vivió bastante expuesto Juan Carlos Ferreyra. Por su autenticidad, por su sentido de la dignidad, por su fidelidad en la amistad. El gusto por la naturaleza, el respeto a los animales y el amor a los perros que siempre lo acompañaron, se unía a su habilidad en la cocina para convertir a este artista en un anfitrión excepcional. Pero tanto en la intimidad de los amigos como en la vida de relación más social y menos afectiva, sus opiniones eran siempre definidas e idénticas a su pensamaiento, reflejando valores tradicionales y cristianos, cuyo cumplimiento era su aspiración en la vida personal.

Con más de cincuenta exposiciones en el Uruguay y en el exterior, se pueden citar las individuales de la Sala Menor del Subte Municipal, Montevideo, 1970; Galería Arca, Montevideo, 1973; Auditorio del Banco Popular Argentino, Buenos Aires, 1974; Galería Aramayo, Montevideo, 1974; Galería Bruzzone, Montevideo, 1974; Instituto de Cultura Italiano, Montevideo, 1976; Alianza Cultural Uruguay-Estados Unidos, Montevideo, 1982; Instituto Anglo Uruguayo, Montevidseo, 1987; Espacio Amalfi, Punta del Este, 1988; Municipalidad de Minnesota, EE.UU, 1988; City Bank, Punta del Este, 1990; Galería Contemporánea, Montsevideo, 1991; Estudio Sienra, Punta del Este, 1991; Edificio Libertad, Montevideo, 1993; Alianza Cultural Uruguay Estados Unidos, 1999. Sus obras viajaron para exposiciones colectivas en las ciudades de Asunción, Lima, Salto, Miami.

Si bien no disfrutó de la vida holgada que la venta de su obra merecía haberle proporcionado, Juan Carlos Ferreyra Santos conoció el éxito y el reconocimiento a través de premios y distinciones: Beca de la Universitá Internazionale dell’Artse, Florencia Italia, 1971; Primer Premio “Joaquín Torres García”, XXII Salón Municipal, Montevideo, 1974; Gran Premio “El Azahar”, VI Salón de Primavera de Salto, 1975; Gran Premio XXIII Salón Municipal, Montevideo, 1975; Primer Premio XLV Salón de Artes Plásticas de Montevideo, 1975; Primer Premio “Polly Green”, Salón de Pintores Jóevenes del Museo de Arte Americano de Maldonado; Gran Premio del XXIII Salón Municipal, Montevideo, 1976; Gran Premio XXIV Salón Municipal de Montevideo, 1976; Primer Premio Nacional de Artes Plásticas, Montevideo, 1981; Mención Honoraria del Premio Club del Lago, Galería Latina, Montevideo, 1981; Premio Calendario Inca, Montevideo, 1985; Beca de Intercambio Cultural, Minnesota-Uruguay Partners of Americas, 1987. Fue Asesor Artístico para la Fundación Second Half of Life, Monteevideo, 1995-1996.

Sus obras pueden verse en museos de Montevideo, Salto, Maldonado; el Ministerio de Educación y Cultura, Montevideo; el Salón Rojo de la Intendencia de Montevideo; en colecciones privadas de Montevideo, Buenos Aires, San Pablo, Minneapolis, New York, Florencia.

 Elisa Roubaud




 

 

Vivo Andrés

 

Andrés Vivo

 

Dos grandes abstracciones pintadas por Andrés Vivo hace ya treinta años preceden el recorrido de las obras que hoy presenta al público en la galería de arte del Carrasco Lawn Tennis Club. Sorprenden a todo aquel que recuerde las marinas, la belleza natural expresada con total libertad en composiciones siempre impactantes por el color y la fuerza de un dibujo firme y fiel a la realidad representada. Sin embargo Vivo nunca dejó de mirar hacia esta “otra cara” que hoy puede mostrar y que aparentemente contradice su sentir, cuando la realidad es que hoy lo está confirmando con una pintura que sorprende y vuelve a emocionar al contemplador. Las formas se deforman por la fuerza de una expresión tan fuerte como el mar y la naturaleza que también pudieron mover sus pinceles. La composición se conforma en cada pintura para contener el desborde de una sensibilidad conmovida por la realidad del mundo exterior. El artista escapa a la tentación de libertad que ofrece el motivo de la belleza natural y mira hacia la vida y traduce en escenas distorsionadas el desorden de un mundo exterior total que no puede escapar al vigor de su gesto, la sorpresa de su color, el dominio del espacio que se inunda de seres imaginarios en situaciones aparentemente desesperadas, cuando no en recuerdos históricos de batallas que también luchaban por la libertad. Andrés Vivo solamente interrumpió esta manera de pintar para descansar y viajar con sus marinas por el mundo de belleza inacabable y siempre sorprendente que Dios creó. El artista, también creador de un mundo, no podía dejar de pintar lo que su propio mundo interior le dictaba ante otras realidades que involucraban la suya propia. Hoy Andrés Vivo abre su mundo interior para mostrar esa otra realidad que a todos golpea y con su arte vuelve a emocionar al contemplador con la misma paleta y parecido gesto, aunque esta vez es para mostrar una respuesta profunda al desorden que interrumpe la aparente calma del mar.

 

 Elisa Roubaud

 



 

 

 

PITA MAZETTI DANIELA

 

PITA MAZETTI DANIELA.-

Nadie mejor que la propia escritora para definir su arte. Cuando Daniela Pita Mazzetti en el prólogo que titula “De espigas y campos..” ,confiesa al lector que “…Hay algo que decir, es imperioso, puede más que nuestras voluntades. Combinar letras con corazones. Empuñar la pluma en la tinta de vivencias y emociones. Dejemos la vida en esto…”, está proponiendo con su estilo, un nuevo estilo de vida. Detrás de la apariencia humorística de cada historia o cuento hay un llamado persistente a una actitud de vida optimista y solidaria, por encima de toda invención, como sostén de cada sonrisa.  

Así comienza esta serie de cuentos que, por alguna razón, sin duda ligada a la realidad de su profesión, lleva el título de “Invierno en el laboratorio”. La diversidad de temas no permite al lector interrumpir un camino que la autora va señalando con su ritmo, como un baile interminable de situaciones en las que el lenguaje desnuda sentimientos más profundos que van ordenando las acciones, los gestos, las respuestas de los personajes y que obliga a seguir leyendo, compartiendo con ellos aventuras locas y firmes convicciones que delatan una filosofía de vida, un ideal de felicidad y prosperidad que Daniela siente y trasmite, con total naturalidad, en lo que aparenta ser de caprichosa invención.

Si las descripciones de campos o pueblos, fenómenos meteorológicos o accidentes para llegar al trabajo un día de lluvia, resultan pinturas de variados tonos, climas en los que el lector se interna con creciente curiosidad y asombro ante la sorpresa del humor agudo y jovial, ante la situación aparentemente banal que lleva a una meditación profunda, el tema en cada cuento permite revivir siempre alguna experiencia propia que Daniela Pita apenas roza con la ternura que envuelve lo que en algún momento podría haber sido doloroso. 

Su estilo es leve y profundo. Las palabras vuelan como las plumas de alguna gallina, como las letras que se juntan “En clave de faro”, en “La ley literaria” o en “Ch Saltarina…con adivinanza”, como el chupete perdido del niño que a los cuatro años debía ser hombre, o los recuerdos de una sopa que sin pimienta ya no era lo mismo.

Leer a Daniela Pita Mazzetti es volar con ella hacia los paisajes, los personajes, los campos o el interior de uno mismo. Nada parece sobresalir porque todo es un conjunto que se mantiene en las notas más altas del buen decir y sentir. Los premios y honores recibidos lo atestiguan desde 1979 cuando en Minas, su ciudad natal, el Instituto Eduardo Fabini le otorgó el Primer Premio cuentos para niños. Sus cuentos hoy ya no son sólo para niños. Los temas más triviales son motivo para universalizar situaciones y sentires de todas las edades y de todas las tierras. Daniela ha empuñado la pluma, hundiéndola en sí misma para reencontrarse así con quien lea y se emocione ante la posibilidad de trocar dificultades y hasta aparentes catástrofes en el principio de un renacer, un volver a empezar esperanzado y una permanente sonrisa que se lee y se conserva en el corazón. Porque vale.  Elisa Roubaud

TORRES GARCIA JOAQUIN

 

TORRES GARCIA JOAQUIN - MURALES

La exaltación de la forma de las primeras décadas del siglo XX condujo a la pintura de murales. Los mexicanos lo hicieron con sentido ético y social. Diego Rivera, Davida Alfaro Siqueiros, quien visitó el Uruguay en 1933, son brillantes ejemplos de un arte que pide la extensión del muro, por su color exaltado, el volumen de las figuras, las estilizaciones que crean personajes.

Joaquín Torres García llegó al Uruguay en 1934; fundó la revista Círculo y Cuadrado, la Asociación de constructivismo y su Taller del Sur. En los primeros 40 años del siglo XX Uruguay quedó en la vanguardia del arte universal. Torres García decía que Carmelo de Arzadum había tomado todos los reflejos de la luz uruguaya.  Antes de este cambio el arte nacional en el Uruguay era “local y de un momento dado”, ejemplo de lo cual son las obras de Juan Manuel Blanes donde el Gaucho es el centro de su entorno y del mundo  imaginario del pintor. El “arte universal” que propuso Torres García es aquel que no tiene fronteras ni tiempo; aquel que el artista entrega al contemplador en un lenguaje entendible para todos, hecho de colores y figuras que son signos para de-signar: ideas, pensamientos, sentimientos. Son signos que simbolizan más allá de la forma.

Hoy más que nunca las ideas se comunican, virtualmente en un espacio que coincide con el tiempo en que se expresan; son así propiedad de todos. Y lo mismo sucede con la pintura.

Para Torres García “pintar no era copiar”, sino “recuperar con su memoria”; esto hacía con los objetos y los transformaba en signos que querían decir mucho más que una simple imagen tomada de la realidad. O sea que no se trata en sus representaciones de “esta oveja, o pescado, o corazón”, sino de lana, mar, comida, tiempo, vida, espacio, aire, amor, familia, razón y Dios.  En ese cambio “de lo que se vé” al dibujo simple que lo “representa”, se descubre el talento creativo: PORQUE SURGE ALGO NUEVO Y DISTINTO.

La Pintura.-  Esos signos deben ordenarse en el plano. Esas imágenes de la realidad, se achatan, pierden el volumen – son planas dentro de una composición. Porque sin Armonía, no se puede mirar con placer, no se trasmite nada. La no-armonía es como el desorden, el ruido que no permiten comprender.  El resultado de una obra de arte es una SORPRESA sobre algo que conocíamos de otra manera.

Galería de Retratos de Joaquín Torres García fue presentada en Amigos del Are, en 1948: el artista había convertido en pinturas los rasgos físicos y la personalidad de cada celebridad representada. Líneas, formas, colores, enfatizaron cualidades personales como el lenguaje hablado no puede hacerlo. Torres García pintó a Velázquez con pinceladas sueltas, como fue su espíritu: libre, fuerte; envuelto en una luz propia de la escuela italiana de pintura de la que venía Velázquez.

La misión del artista es crear un orden pasando: -de lo particular a lo universal; -de lo sensible a lo idea; -de lo diverso a lo Uno.

Para  el Maestro Torres García la pintura era “como una pura música insonora”. Tenía armonía, podía realizar en la obra pintada una síntesis de la realidad y representaba las cosas de otra manera, ¿cómo?: “Por signos – colores – formas ordenadas en una composición”.

Dijo Torres García: “La pintura existió por sí misma”. ¿Es un pescadito? NO. ¿Lo copia? NO. Pero está ahí, para mirarlo y hacernos pensar – imaginar – soñar - ¿Con qué?

El artista se acerca a las cosas y las descubre y las pinta para que otros sigan descubriendo: porque no impone una imagen determinada, sino un signo, una forma, que nos ayuda a crear. La obra de arte se completa con el espectador, cuando éste sabe mirar. Y esto se hace con: -silencio en el alma – dejando que la obra se descubra – dándole tiempo – no inundándola con los propios pensamientos.

Joaquín Torres García  había nacido en Montevideo el 28 de julio de 1874. Muy joven, a los 17 años, volvió con su familia a España instalándose en Mataró, Caataluña, lugar de nacimiento de su padre. Estudió dibujo y pintura con el Profesor Vinerdell (1889) y asistió a la Academia de Bellas Artes de Barcelona (1892) donde fue alumno de Antonio Caba. Estudiaba y trabajaba con disciplina y también escribía para revistas y diarios. Era una intelectual, un idealista, un hombre religioso.  Casado con Manolita Piña y con sus hijos Olimpia, Ifigenia, Augusto y Horacio vivió cerca de Barcelona en una casa llamada “Mon Repos”.

Atraído por la pintura mural de Puvis de Chavannes y el Novecentismo, pintó murales al estilo de la Grecia Clásica, uno de ellos para la Diputación de Barcelona. El arquitecto Gaudí le encargó hacer los vitrales para la Iglesia de la Sagrada Familia de Palma de Mallorca.

Visitó Italia, Florencia , Roma; retornó a Barcelona en 1917 y se instaló en New York en 1920, donde expuso juguetes fabricados y pintados de madera y realizó escenografías teatrales. Podía hacer cualquier cosa  y todas las coas. Fue un filósofo, crítico, escritor, creador de una doctrina estética: el “Constructivismo”. Su objetivo era la metafísica para alcanzar la armonía universal, no solamente en el arte sino  en toda la vida humana y en la experiencia de cada hombre. Torres García trajo al Uruguay un Museo Europeo (1934) porque sus trabajos y sus enseñanzas representaban la síntesis de la búsqueda de las vanguardias de aquel tiempo en Europa. Y él pudo enseñarlas explicando su origen y el proceso de su desarrollo en un arte nuevo. Las enseñanzas del Taller Torres García, la Escuela del Sur, se basaron en la reproducción de la cultura mediterránea europea, raíces de la cultura americana.

Era un padre cariñoso, tal como siempre lo recordó su hija Olimpia; le gustó mucho vivir en París (1926). Su “Constructivismo” nació en 1928, la revista “Círculo y Cuadrado” se publicaba en París en 1930 y sus obras se exhibían en las mejores galerías de esta ciudad. Volvió Torres García al Uruguay el 11 de abril de 1934, en el Cabo San Antonio. Mantuvo correspondencia con José Enrique rodó; conoció al pintor Pedro Figari y fue amigo de Rafael Barradas. En Montevideo fundó su taller que se llamó primero “Círculo y Cuadrado”  y luego “Escuela del Sur”; fundó la Asociación de Constructivismo. Dio 600 conferencias y realizó más de 20 exposiciones. Mereció el Premio Nacional de Pintura en 1944. Con sus discípulos hacía murales. Murió el 8 de agosto de 1949.

Elisa Roubaud




Fló Rodrigo

 C.V. Rodrigo Fló

 

Nacido en Montevideo, Uruguay, en 1954.

EXPOSICIONES INDIVIDUALES: 2002. Sala de Arte “Carlos Federico Sáez”, M.T.O.P., Montevideo, Uruguay. 2000: Museo Torres García, Montevideo, Uruguay. 1999: Centro de Artistas Plásticos, Montevideo, Uruguay. 1996: Instituto Goethe, Montevideo, Uruguay. 1995: Facultad de Humanidades, Montevideo, Uruguay. 1991: Museo de Arte Contemporáneo, Montevideo, Uruguay. 1985: Galería Fantoches, Caracas, Venezuela. 1984: Galería Viva México, Caracas, Venezuela.

PREMIOS/BECAS: 1997 Beca Studio Camnitzer, Valdottavo-Italia. 1995: Premio, “I Certamen Imágenes de Latinoamérica”, Caracas Venezuela. 1989: Premio, “XXXVII Salón Municipal de Expresión Plástica”, Montevideo, Uruguay. 1989: Premio “Concurso Interamericano de Affiches, OEA”, Washington, EE.UU. 1989: Mención “Salón de Grabado y Acuarela”, Banco República, Montevideo, Uruguay.

EVENTOS INTERNACIONALES: 2001, “Osaka Trienale 2001”, Osaka-Japón. 2000, Bienal de Grabados del MERCOSUR, Buenos Aires, Argentina. 1996, “Xbienal Iberoamericana de Arte”, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, México. 3ª. Triennale Mondiale D’Estampe de Petit Format, Chamalieres, Francia. 1993, “20th. International Bienal of Graphic Art”, Ljubljana, Eslovenia.

EXPOSICIONES COLECTIVAS RECIENTES: 2001, South Art, Miami, USA. Museo Juan Manuel Blanes, Montevideo, Uruguay. Molino de Pérez, Montevideo, Uruguay. 2000, Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay. 1998, Museu do Trábalo, Porto Alegre, Brasil. 1997, The Tire Shop Gallery, Raleigh, EE.UU

Rodrigo Fló (Montevideo,1954), ha realizado exposiciones individuales en la Galería Viva México de Caracas (1984), Galería Fantoches, Caracas (1985), Museo de Arte Contemporáneo de Montevideo (1991), Facultad de Humanidades, Monevideo (1995), Instituto Goethe, Montevideo (1996), Centro de Artists Plásticos, Montevideo (1999), Museo Torres García, Montevideo (2000), Sala de Arte Carlos F. Sáez del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, Montevideo (2002). Ha participado en exposiciones colectivas desde el año 1997 en The Tire Shop Gallery, Raleigh, EE.UU.; Museu do Trábalo, Porto Alegre, Brasil en 1998; Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, 2000; Museo Juan Manuel Blanes, Montevideo, 2001 y en el mismo año en la galería South Art de Miami, Estados Unidos.

Mereció una Mención en el Salón de Grabado y Acuarela del Banco de la República (1989); Premio Concurso Interamericano de Afiches, OEA, Washington, EE.UU. (1989); Premio XXXVII Salón Municipal de Expresión Plástica, Montevideo (1989); Premio I Certamen Imágenes de Latinoamérica, Caracas (1995); Beca Studio Camnitzer, Valdottavo, Italia, (1997).

En 1993 concurrió a la 20th. International Bienal of Graphic Art, Ljubljana, Eslovenia; en 1996, a la 3e Triennale Mondiale d’Estampe de Petit Format, Chamalieres, Francia y a la X Bienal Iberoamericana de Arte, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México; en 2000, a la Bienal de Grabados del MERCOSUR, Buenos Aires; en 2001, a la Osaka Trienale 2001 de Osaka, Japón.

Rodrigo Fló progresivamente consigue en cada entrega mayor densidad e intensidad de color. Un color que se sintetiza en formas definidas para estructurar composiciones equilibradas, afirmando con ello su interés por “...ese juego de la forma que se anima”. Y es que toda la composición se anima por la gestualidad característica de este pintor, al cubrir planos de color que se entrelazan íntimamente en un tejido de expresión abstracta, en la que intervienen signos y en la que cada elemento ocupa su espacio en el concierto musical de relaciones a la vez sueltas y medidas, contenidas, expresivas. El color de  Fló parece haber madurado, haberse convertido en estructuras en las que, lejos de estallar, se localiza definido y profundo. E.R.








Perera Diaz Micaela

 PERERA Diaz MICAELA

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA: IMPLUSION DE MICAELA PERERA

Museo Torres García – del 26 de junio al 7 de agosto de 2015

Si cada rojo vivo de la cerámica Rakú pende  a distintas alturas de finos y transparentes hilos de tanza, en una explosión de color que es “Implusión”, la pasión que siente el contemplador fluír de este conjunto se convierte, por su medida y proporción, en la serenidad y la luz, porque también en la obra y escondida casi entre los rojos y los ocres de chapas oxidadas, está el núcleo del que parten la pasión de la artista y la del contemplador que la recibe.

Están presentes a los lados, realizados en chapas pintadas en balnco, gris, negro, hombre y mujer, partícipes de la “implusión” universal. Mujer, madre, Virgen en la Anunciación, conectada hacia el espacio infinito por un grueso alambre que como línea generadora recorre planos y marca huellas en espacios y formas, apuntando al cielo. Hombre, bien asentado en la tierra.

El Museo Torres García se viste de gala con estas esculturas de Micaela Perera Díaz,  bisnieta de Joaquín Torres García. Este es su lugar, donde sería deseable que quedaran, a la vista del público que visita el museo, para enriquecer su acervo también con la modernidad.

“Cielo y Tierra” proyectados sobre un gran espejo redondo reciben las formas de chapa moldeada, oxidada, pintada, en una sinfonía precisa y contenida de colores y formas en las que alguna línea blanca, trazada como al azar, liga misteriosamente cada pieza que el espejo multiplica y que el ojo recibe en una mística contemplación, entre el cielo y la tierra. Elisa Roubaud

Nowinski Ricardo

 

                                     

 

                                          CURRICULUM

Ricardo Nowinski Morteo nace el 7 de Setiembre de 1962 en Montevideo.

 

 

Formación

 

1976-1977        Dibujo con el profesor Raúl Dogliotti

1982                                  Su formación fundamental se realiza con su padre el artista Jaime Nowinski

1991-1993                  Dibujo en el Taller Cléver Lara, con los profesores Cléver 

Lara,  Sully Lara y Alvaro Amengual.

1991                                   Viaje a la Bienal de San Pablo

1994                 Viaje a la Bienal de San Pablo

2000-2001                  Viajes a Europa, visitando los principales Museos y la Bienal de Arquitectura de Venecia.

2003                                Viaje Feria ArteBa, Buenos Aires

2004                                    Viaje Feria ArteBa, Buenos Aires.

2005                                    Viaje Feria ArteBa, Buenos Aires.

 

 

 

 

 

Exposiciones

Individuales

 

1992                                   Galería Calle Entera

1993                                   Casa de la Cultura de Florida

2002                Sala Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional

2002                 Museo del Azulejo

2003                Espacio Cultural Manos del Uruguay

2005                 Sala Vaz Ferrira  Biblioteca Nacional

 

 

Exposiciones

Colectivas

 

1988-1995                Casa de la Cultura de Durazno, Teatro Macció de San José,

Casa de la Cultura de Florida, Casa de la Cultura de Trinidad, Casa de la Cultura de Artigas

 

                         Galería Calle Entera en Montevideo

                         Galería Tempo  en Montevideo

                         1° Exposición Primavera Club del Sol, Galería                      Contemporánea, Montevideo    

                            Exposición  Primavera Club del Sol, Galería

                          Contemporánea, Montevideo

1996                                     6° Bienal de Salto. MENCIÓN

1998                 1° Bienal del Objeto Artesanal en el Centro Municipal de

                          Exposiciones de Montevideo.

1999                 Feria Regala, Sociedad Rural de Palermo, Buenos Aires.

2000                 Exposición en Amsterdam, Holanda

2002                  Exposición Itinerante Escuela Nacional de Bellas Artes

3° Exposición de Artesanía y Diseño, HechoAca, predio ferial del LATU

2004                   Arte en la piedra  Montevideo Shopping Center

 

Bibliografía

 Tierra, agua, aire y fuego: Amalia Polleri.

  Semanario Brecha 

                            Canción a seis voces:  Elisa Roubaud

                             Diario El País

                            Utilidad de la Tierra:  Elisa Roubaud

                             Diario El País

                            Ceramista en Ciernes:  Roberto de Espada

                             Diario El  Día Cultural         

                            Las Firmas del Futuro: Alina Dieste

                             Semanario Búsqueda

                            Recorrido a través de la Introspección:

                             Ana Laura Perez.  El Observador

                            Para Ver y Tocar:  Gabriela Santini

                              Revista Galería de Búsqueda   

                            Arqueologías Interiores

                              Elisa Roubaud

                               

   Enlace: https://ricardonowinski.blogspot.com/2009/11/parejagres-esmaltado23cm-de-altura.html


 

MORELLI COLOMBRES EDUARDO

 

MORELLI COLOMBRES EDUARDO 



Surge una nueva faceta en la vocación de arquitecto de Eduardo Morelli cuando inicia sus estudios de dibujo y pintura en los talleres de Nelson Leites (2000 a 2001) y Arte Club, con los profesores Aldo Curto y Oscar Larroca en  2004.  El sentido de construcción está vivo en cada una de sus obras cuando la composición se mantiene en la verticalidad y horizontalidad de su equilibrio, mientras el color campea libremente sobre el plano, con toques de pincel que entonan las formas al mismo tiempo que las modifican al antojo de la  imaginación caprichosa que las mueve. Este doble juego del artista cautiva al contemplador y le trasmite una poesía que no está en la realidad mirada sino en la otra realidad, la de la pintura que se impone por su armonía independientemente de toda figuración. “Sin poesía no hay arte” decía el Maestro Juan Storm. Y su afirmación vale para la pintura de Eduardo Morelli Colombres.

Elisa Roubaud


BOTERO FERNANDO

 

FERNANDO BOTERO

(Artículo publicado en el diario El País, el 21 de abril de 1994. El último párrafo había sido omitido por error y fue publicado como “aclaración” el 25 de abril de 1994).

 

Seducción y Desencanto

Algo palpita en los dibujos, tocados apenas por el color transparente de Botero, que se congela en su pintura. Ocupan toda una sala en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires que, del 14 de abril pasado al 29 de mayo próximo, alberga más de cien obras del artista colombiano que alcanza en los remates norteamericanos un precio tan desorbitado como las figuras de su propia imaginación. La Fundación Banco Patricios y la Fundación Jorge Macri han hecho posible esta exposición, suceso relevante en el panorama de las artes del Río de la Plata, cuya curadora es Teresa de  Anchorena y cuyo ámbito se extiende a plazas y parques que rodean al Museo, porque las esculturas en bronce, de casi cuatro metros de altura, han sido expuestas entre los árboles, delante de la puerta de entrada, frente a la misma sobre la Plaza Francia.

En el camino entre los dibujos y los óleos y mucho antes de alcanzar las dimensiones desmesuradas de la escultura, hay acuarelas de Botero que no ahogan la línea y parecen dejar entrever un cierto pulso, un atisbo de aliento expresivo en el gesto o en la mirada. Estas aparentes expresiones de vida son la gran ausencia, el pavoroso vacío que impregna toda la obra de Fernando Botero. En esa acuarela de Mujer, 1985, con flores y vestido rojo, tan rojo como su boca, tan expresiva como todas las bocas que el pintor dibuja y retoca, centra Botero la atención en algo que puede contener la sonrisa, la ironía, el sarcasmo, la irreverencia, otras tantas características que se desprenden de la contemplación no de una o varias, sino de las cien o más expresiones de su arte que ha enviado a Buenos Aires. También Botero es por el momento una gran ausencia que el público esperaba encontrar y no está para responder, más allá de los silencios expectantes, suspendidos, forzados a la inmovilidad del pasmo de todos sus personajes. Y del pasmo de quienes se acercan a contemplarlos.

Como un engañoso canto de sirenas los colores de Botero maravillan en la tersura de su oficio, en la leve textura del óleo que se reparte por igual sobre vastas superficies de pantorrillas, de cuerpos que se desnudan con crueldad, no para conmover con su verdad, sino para avergonzar con una impudicia también muy característica del pintor. ¿Es acaso la belleza de la fealdad? Frutas tentadoras, surrealistas, agrandadas en todos los casos y ocupando la totalidad del espacio en la Pera mordida, agusanada (1976, óleo sobre tela 241 x 196 cm), equilibran volumen y color, en una voluntad marcada del pintor por lograr tal relación, cosa que cumple con total maestría en cada una de sus obras. Y es que Fernando Botero nació en Antioquia, Medellín, precisamente el 19 de abril de 1936, hijo de un comerciante que viajaba solamente a caballo a las provincias vecinas. La selva, los campesinos, la familia, la prostitución, los obispos, las monjas y las naturalezas muertas, son los personajes de su mundo porque son lo conocido y recordado del medio en que creció.

Sólo que han crecido exageradamente los objetos, los personajes, las imágenes, los precios, en un medio convertido en internacional, que las comunicaciones y la comercialización han empequeñecido y corrompido.

También conviene recordar para arrancar de la obra de ete pintor indicios de sentimiento que sus pinceles no revelan, que Botero fue educado por los jesuitas de Medellín y que desde los 12 años asistió, enviado por su tío, a una escuela de Matadores, lo que explica su interés por los toros y toreros, tema de los primeros dibujos. No todos fueron éxitos en la carrera artística de este hombre que hoy vive en Manhattan, tiene casa en París y una villa en las afueras de Roma. Después de estudiar en Florencia (1953-1954) en la Academia de San Marco y de conmoverse hondamente con el Renacimiento italiano frecuentando los Museos de Venecia, Siena y Ravena; después de aprender durante 18 meses la pintura al fresco, Botero fracasó en Bogotá cuando expuso sus obras y partió para México. Algo importante sucedió a esta altura de su evolución, cuando pintaba la obra Naturaleza muerta con Mandolinas (obra que no está actualmente expuesta en Buenos Aires) y el pintor descubrió que al dibujar demasiado chico el orificio del instrumento con respecto a la figura total, aumentaba extraordinariamente el volumen de las formas. Gran admirador de Piero della Francesca y de los artistas del Quattrocento, es posible reconocer en los cuadros de Botero el telón de fondo de naturaleza, el hieratismo de las figuras, la ordenada composición. En este punto del hieratismo, esta cronista recuerda haber oído decir al pintor Alejandro Casares que Torres García lo consideraba un valor plástico. Las figuras de Botero pueden tenerlo, pero a diferencia de los antiguos que trasuntaban una sagrada dignidad en una inmovilidad mística, los personajes boterianos sólo hacen gala de rigidez. Rigidez presente en el mundo vegetal y animal: las bases de los árboles, las patas de los caballos, los pies, son pesados signos que se parecen en la síntesis de formas que hace el pintor. También Botero vuelve a aludir el Renacimiento con la luz zenital que significa con bombillas eléctricas modernas, prendidas, suspendidas, titilantes, mas no trémulas; su luz también es fija como el paso de la mujer en el tango, el gesto del personaje que toca un instrumento, un juguete, un cigarrillo, un fruto o una flor. Es posible que el artista señale con esta rígida congelación de todo lo expresivo, la permanencia de un instante dado. Pero el vacío de las miradas parece responder a un horror conocido, a una visión intransferible, a un bloqueo que impide toda comunicación y de ahí el pasmo que se transmite al contemplador, tal como se ha dicho anteriormente.

El entorno tropical, religioso, de vida familiar opuesta al prostíbulo, de paz hogareña amenazada por la guerrilla y la violencia política que fue escenario de la infancia, adolescencia y juventud del pintor, puede explicar un sentimiento de culpa que cubre el alma de los personajes. Una culpa original bíblica que parte de un fruto tentador; así de tentadoras son las frutas en las naturalezas muertas, obras atractivas de Botero, obras que consiguen lo que se propuso  “que las naranjas sean las más naranjas de todas”. Es uno de los cuadros más bellos de la exposición, 1989, óleo sobre tela, 170 x 197 cm. Verdadera magia del color que el volumen alcanza en valor y entonces figuras y color invaden el espacio, se agigantan. El color de Botero tiene una cualidad gaseosa, licuante en una tersura y delgadez; infiltrado en los objetos y figuras humanas, animales o vegetales (hay una vaca, hay caballos, con la misma expresión de los humanos, perdidos en el exuberante paisaje que subraya su desolada soledad, su intrínseca incomunicación), los convierte en globos que se sujetan a la composición impuesta. No pueden volar, las miradas fijas, los pasos suspendidos, son gestos de un desencanto fundamental, nada puede arrancar a esos seres de la fatalidad que han conocido. De esta oposición entre el vuelo y la fijación nace una extraña cualidad que alienta en cada obra de exagerado tamaño. Mas la magia, la poesía de esta suerte de “animación boteriana”, no alcanza para vencer los límites del original y sólo se percibe ante él, sin transmitirse a una reproducción o una ilustración. Es posible sentir la seducción del color y el volumen mientras dura la contemplación que a su vez hace posible “que las naranjas sean más naranjas que cualquier naranja real”. Pero la repetición y la invasión no dejan suficiente espacio para el diálogo verdadero y confiado con el contemplador. La contemplación no lleva al encuentro. Conduce al silencio después de haber sufrido un torrente de estímulos, dejando aquellos personajes librados al grotesco de su acontecer. La fría y fija mirada boteriana queda en la soledad de su volumen, en la belleza de sus colores, en la sutil perfección de su ejecución. Su influencia no persiste. ¿Dónde está la magia, la poesía, el misterio identificadores de emociones que hacen perdurable la expresión del artista?

Hay más sentimiento cuando Botero se afirma en las líneas del lápiz o la sanguina; hay más poesía en algunos toques de color que elevan el lirismo de sus dibujos; hay un humor ácido siempre presente, como en la monja superiora que tiene la fruta en una mano y el rosario en la otra; hay una conciliación divertida de la historia con el tiempo del pintor cuando pinta a Luis XVI y a María Antonieta en Medellín. Hay indudablemente aciertos, oficio colorido, decoración, valores que explican la demanda por esta pintura. Es preciso señalar cuánto más creíble es Botero en sus esculturas. La Maternidad, 1989, bronce –edición de tres ejemplares, 246 x 130 x 142 cm.- en la pureta del museo de Bellas Artes en estos días, tiene una ternura, un equilibrio, una proporcionada redondez que permite recordarle con mejores ojos. En la escultura el volumen encuentra el espacio y la materia para instalarse y concretarse con la contundencia que las formas de Botero reclaman. El bronce oscuro y opaco no actúa como llamador; su monumentalidad tan agresiva se anima a espantar sin rodeos; no hay cantos de sirenas que atrapen en lo exterior, lo decorativo, lo aparente. El artista desarrolla su idea con un lenguaje más apropiado y resulta convincente con la redondez y enorme verdad de lo grotesco.

Mirar cada obra y el conjunto de esta inconmensurable exposición hace pensar en el por qué de su éxito. Y, al fin, preguntarse, ¿no es Botero un digno exponente de la buena publicidad? ¿No es precisamente imagen, uno de los más preciados ideales de quienes viven adaptados a una sociedad regida por la demanda y el consumo, la venta y la aceptación? ¿Cómo volver deseable, cómo vender, lo que no seduce visualmente?

Tiene Botero un cuadro bien compuesto, entonado, con cuerpos rollizos que no han sido sometidos a la burla; son hombres vestidos, tres de ellos duermen, dos vigilan y uno trabaja; el equilibrio se instala en esta escena de La guerrilla de Eliseo Velásquez, 1968, óleo sobre tela, 154 x 201 cm. Lo mejor de Botero está reunido en esta obra que también tiene la serpiente amenazando a los hombres, pecado pendiente de un árbol. Y este hieratismo boteriano reminiscente del 1400 tiene un antecedente más moderno en “Campesinos durmiendo” de Pablo Picasso, 1919, temple, acuarela, lápiz, 31.1 x 48.9 cm., Museo de Arte Moderno, Nueva York. Allí están las formas volumétricas, las pantorrillas exageradas, los rostros hinchados, los brazos rollizos que se repiten en las obras de Fernando Botero.

Elisa Roubaud.