sábado, 6 de marzo de 2021

Afamado Gladys

 

GLADYS AFAMADO

 

Gladys Afamado comenzó su carrera artística a los catorce años, haciendo grabados en el Círculo de Bellas Artes, con Domingo Bazzurro; egresada de esa institución, cursó el sexto año en la Escuela Nacional de Bellas Artes y fue admitida en el curso de grabado de Adolfo Pastor, con quien aprendió todas las técnicas, en la década de los años cuarenta. Estudió cerámica con Duncan Quintela, 1960; serigrafía con Rimer Cardillo, 1970.  Curiosa y creativa, la música, la pintura, la poesía y la escultura, habrían de ser en el futuro vertientes por las que Afamado canalizara continuamente su inquietud espiritual. Fue así que estudió violín con Beatriz Tusset, de 1945 a 1952, participando en la orquesta de cámara Anfión, en 1951 y 1952. Las clases de semiótica con Jorge Medina Vidal, un curso de papel hecho a mano en Barcelona, técnicas de grabado en metal con D. Finkbeiner de la Universidad de Nueva York y técnicas de composición digital con Adriana Telleri, completaron su extenso bagaje de conocimientos.

Con todo ello, Afamado enfrenta el nuevo milenio esgrimiendo además su buena relación con la computadora, resultados que expuso en el Museo de Arte Contemporáneo durante los meses de julio y agosto de 2000. La artista supo imprimir a estas obras la libertad gestual ganada durante largos años de oficio, a los que sumó su paciente investigación.,

Los primeros materiales utilizados fueron las piedras, en sus formas originales, pero grabadas en colores, a la manera de las primitivas cavernas del arte rupestre. Estimulada por la técnica de la xilografía que aplica la piedra como herramienta para estampar sobre otros soporte, Gladys Afamado aplica su ingenio a convertir la herramienta en soporte. Surgen así de sus manos los “criptolitos”, en los que la estampa femenina es protagonista de composiciones que se adaptan a las formas de la piedra, donde la artista deja grabadas sus figuraciones. Son éstas sus creaciones mejor logradas, el período feliz de su producción, que se dio a conocer a fines de los años ochenta en una exposición que hizo la Alianza Uruguay Estados Unidos.

En abril de 1991 Gladys Afamado vuelve a sorprender con pinturas que llama “Aversiones y diversiones”. Con esta exposición abría la Galería del Correo Viejo, en la calle Mercedes 929. Fiel al tema de la mujer, esta vez ubicada en su entorno habitual, Gladys elige paisajes naturales y se explaya en obras de mayor tamaño. Lo bucólico o lo ciudadano permiten destacar personajes en los que miradas, manos, pies, son puntos altos que conectan las nuevas obras con las características sobresalientes de los anteriores criptolitos. La misma mujer se repite en cada cuadro, destilando sabiduría, aceptación, armonía, formando una galería de retratos que bien podría verse como el sereno relato de quien ha recorrido buena parte del camino y se detiene a contemplarlo.

Sin embargo, el grabado es la técnica más adecuada para hacer brillar los valores plásticos de Gladys Afamado. El público montevideano puede apreciarlo en una retrospectiva que se realiza en 1998, en la Sala Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional, 18 de Julio 1790, donde se presentan las grandes impresiones sobre planchas de linóleo, en las que no quedan marcas al entintar. El color de fondo es el negro y sobre éste se agregan otras planchas del mismo material, o pedazos cortados y entintados de papel encolados al soporte, superponiendo texturas y técnicas, creando un interesante tejido plástico que para la artista es reflejo de las diversidades que la realidad presenta.

De tal complejidad surgen formas con apariencia de máquinas. Afamado las imprime para que sostengan, ofrezcan, muestren, otros grabados de menor tamaño que penden de aquella forma inicial, casi animal, de la que, por ejemplo, pueden desprenderse las bombas del peligro denunciadas por ominosas flechas hacia el interior de una fiera, negra, blanca, más negra, con algo de rojo, siempre atrayendo la mirada hacia determinada zona de la composición.

Adaptada a la modernidad, la artista va cambiando de herramientas y hoy deja de lado las trabajosas técnicas del grabado en linóleo y pasa largas horas frente al computador, creando en base a sus propias fotografías, las que puede componer y recomponer a su antojo con la ayuda de la máquina. Algo que dadaístas y surrealistas jamás habrían sospechado que podría suceder. El tiempo confirma valores y ubica funciones, para que los hombres puedan acrecentar sus posibilidades de ejecución. E.R.

(Bibliografía Libro Puerta de San Juan de Gustavo Alamòn)

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