OSCAR GARCIA REYNO
El tiempo de Oscar García Reyno coincide con el de Kurt Speyer en la galería de arte, cuando trabajaban juntos con Pablo Marcks. También coincide con mis crónicas de arte en el diario Mundocolor, una idea que tuvo Daniel Herrera Lussich para que la empresa del diario El País pudiera tener también sus páginas con las últimas noticias en cada tarde.
Fue así como el 8 de abril de 1978, Mundocolor, en su página de Espectáculos. publicaba la siguiente nota bajo el título de “La Maestría al servicio de los sueños”: “La última producción de Oscar García Reyno está expuesta en Club de Arte hasta el próximo 14 de abril, en la llamada Sala Negra de esta galería de Arte. En la Sala Blanca, una retrospectiva que cubre el período 1968 – 1978 ayuda a comprender la evolución del maestro García Reyno durante la última década, los trazos que lo llevaron a modificar y simplificar su estilo, sintetizando técnicas y profundidades del ser y del pintar.
Pintó Garcia Reyno toda su vida, desde los 20 años cuando comenzó su carrera artística incursionando también en la escultura. Hubo, sin embargo, cinco años de interrupción antes de continuar su camino por la figuración, pasar por el abstracto y retomar la figura, dominando ya otros planos, líneas, perspectivas, colores y transparencias, que sólo se obtienen tras largos años de práctica y estudio, trabajando el talento natural del artista.
No hay grandes cambios en la pintura de García Reyno durante los últimos diez años. Hay sí, en sus últimos cuadros, una atmósfera de sueño que agrega a lo esquemático de sus figuras anteriores, la libertad, la independencia del surrealismo. Hay también un mundo interior cargado de sueños detrás de cada uno de los retratos, los que son a su vez el producto de los sueños del autor, totalmente inventados, recreando mujeres ideales, clásicas, imponentes, que recuerdan las figuras renacentistas del siglo XV y hasta la gracia estática de Botticelli, aunque en su severidad se encuentren desprovistas de todos aquellos elementos etéreos con los que aquel pintor las envolvía.
La descomposición de los planos en las marinas, la superposición de colores que resulta de matices insospechados y revela misteriosos tonos debajo de otros, al impacto de la luz; la profundidad de las miradas en seres que parecen estar más allá de todo lo creado, configuran un mundo que Garcìa Reyno propone para el deleite de la contemplación, invitando a soñar, hacia un horizonte sin límites que parte de la realidad lisa, plana, concreta de una tela y que el genio del artista trasciende. E.R.”
El 24 de julio del año siguiente, el mismo diario publicaba el siguiente texto, titulado “Paisajes de un maestro”: “Club de Arte presentó las últimas obras de Oscar García Reyno. La mirada del artista se vuelca esta vez en el paisaje para expresarlo en los mismos caracteres que pintaron sus retratos. Se reconocen las pinceladas, el colorido, la sofisticaciòn, la abstracción, el mismo mundo que ahora informa otras figuras. Así, los árboles se convierten en luminosos objetos geométricos. Los botes, las lunas, los puertos, se ven bajo la misma luz inventada que antes partía de un rostro que no podía identificarse sino con él mismo pintado en otros colores, con otras luces, también mágicas en otra obra de García Reyno. Es así como el artista responde a la necesidad de cambio sin perder la fidelidad a sí mismo, a la propia interioridad que lo lleva a pintar en un estilo determinado. Este estilo se aplicará no importa a qué motivo, para expresar otras ideas.
Elissa Roubaud. Bibliografía: Libro La Puerta de San Juan de Gustavo Alamón.
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