LINDA KOHEN
Linda Kohen, pintora nacida en Milán, Italia, en 1924,era muy joven cuando llegó al Uruguay, en 1940, para quedarse a vivir y trabajar en este país. Estudió dibujo con Pierre Fosssey y dibujo y pintura con Eduardo Vernazza. Pasó dos años en Buenos Aires, estudiando pintura con Horacio Butler (1946 a 1948) y al volver a Montevideo ingresó en el Taller Torres García, donde trabajó con Julio Alpuy, Augusto Torres y José Gurvich, hasta 1974, fecha en que cerró el TTC.
Después de viajar por los Estados Unidos, de 1977 a 1979, se radicó en la ciudad de San Pablo y no retornó al Uruguay hasta el año 1985. Comenzaron sus exposiciones regulares, tanto en Montevideo como en Punta del Este y Maldonado: Instituto Italiano de Cultura, Galería Sur, Casa de Cultura “Alicia Goyena”, B’nai B’rith Oriental, Federación Wizo del Uruguay, Comunidad Israelita del Uruguay, Galería Moretti, Museo de Arte Contemporáneo del diario El País, Puerta de San Juan, Centro Cultural España; y otras en San Pablo o en Buenos Aires, se sucedieron a lo largo de aquellos años y hasta bien entrado el siglo XXI, en el año 2005.
Linda Kohen afirma su caligrafía en el dibujo mesurado, despojado. No teme al vacío, como si afrontara, con el espacio, la verdad. Lleva las figuras naturales a formas que la mente deforma antes de colocar en el lugar que corresponde, cual si fueran piezas de un simple y severo rompecabezas, destinadas a otra forma que las espera, las recibe, las contiene.
Con su pintura, Linda Kohen supo siempre mantenerse dentro de dos coordenadas: espacio y tiempo, límites que le permitieron espiritualizar la realidad, porque al transitar por su propio espacio y su propio tiempo, la pintora paralelamente mostraba su capacidad para transformar lo vivido en una realidad distinta, atenuada, consoladora, cierta como el dibujo, equilibrada como los valores pintados.
La primera sorpresa que depara la pintura de Linda Kohen es la seducción visual, puramente estética, ante un hecho plástico que induce a mayores profundidades. En el umbral, el contemplador también duda antes de seguir dando pasos que lo conduzcan por el rumbo que ha sido señalado, por el que deben tomar obligadamente las figuras fijas, simplificadas, leves en su delineamiento como para sugerir un enorme peso: el del cuerpo más toda la existencia. La sorpresa inicial, la de la seducción, abre el camino hacia una nueva sensación: la de la presión hacia esas puertas, que viene de la soledad interior, manifestada por Linda Kohen en el uso casi surrealista del espacio. Así fue cuando Linda mostró la serie de “las puertas”, en Galería Moretti, en agosto de 1994, una de las memorables exposiciones de su larga y exitosa carrera.
En su más reciente exposición, la del “Laberinto”, en el Centro Cultural de España, marzo de 2005, Jorge Abbondanza, curador, la presenta como “La artista y su red”. Y realmente, seducción, presión hacia la interioridad, enfrentamiento con una realidad espiritualizada, conducen de la mano de la artista y su curador hacia el abismo y el misterio de lo circundante. Los suaves colores contenidos y sostenidos en la rigurosa medida y el equilibrio de la línea tan suave y tan firme en aquella figuración simbólica, persistente, pero sutil, cobran cuerpo material, rigidez de marco. El negro todo lo pinta y las hojas de un interminable biombo se abren para dar paso y se cierran para indicar que no era ese el camino. El laberinto funciona sobre el espectador, lo sume en la nada, le roba el espacio, le ha quitado el color. En esta red, la experiencia se completa interiormente: la búsqueda de la salida es absolutamente personal, la voluntad se vuelve hacia la salvación y los colores que el alma pide son los de una realidad recuperada. Elisa Roubaud. Bibliografía: Libro La Puerta de San Juan de Gustavo Alamón.
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