sábado, 6 de marzo de 2021

Alamon Gustavo

 

GUSTAVO ALAMON

Nacido en Tacuarembó el 13 de enero de 1935, Gustavo Alamón es un artista innovador, inquieto y atento a las vicisitudes de su tiempo. Con imaginación y con impecable oficio, aprendido junto a Anhelo Hernández (1948), en la Escuela de Bellas Artes de Monevideo, taller de Edgardo Ribeiro (1959) y más adelante en el de Miguel Angel Pareja, Alamón comenzó seguidamente una carrera en la que le tocó, además de pintar y crear, ser el profesor, el orientador, el fundador y organizador de grupos dedicados a la formación artística.

Comenzó como profesor en el Liceo de Fray Bentos en 1963. En 1967 se radicó en Tacuarembó y dictó clases de dibujo en el Liceo Departamental y en el del Barrio Ferrocarril. En la misma ciudad creó el Taller de Artes Plásticas “El Sótano”, en 1968. Dirige los dos liceos en 1971 y 1972. En 1976 instala su taller en Fray Bentos y al año siguiente dirige el Taller de Artes Plásticas de Salto, tarea en la que continúa aún después de radicarse en Montevideo, en 1979. Fue en ese mismo año que expuso en Club de Arte una muestra en la que un cartelito, hecho de letras encoladas en el centro de uno de las obras, decía: “Usted no sabe”. Tres palabras que resumían tal vez lo que los imponentes robots pintados repetían en silencio. En esto radica el poder de la imagen que consigue una comunicación directa por vías distintas de la palabra. Una imagen debe primero impresionar al espectador para después llegar con claridad al campo de su conciencia.

Este recorrido se da en las obras de Alamón. El pintor consigue trasmitir la intrincada problemática del hombre moderno, acuciado por necesidades que lo obligan a esconder su verdad interior, mucho más dramática. Los hombres se han vestido de hierro en la pintura de Gustavo Alamón. Dejar los paisajes, los retratos y la pintura de taller, no ha significado renegar de sus maestros: el orden y el equilibrio que emanan de esos seres casi infernales, agregados al cuadro por el collage, no provienen de una disposición casual, son el resultado de la sólida estructura creada por una educación pictórica.

Después de su primera estadía en Montevideo, cuando era estudiante, Gustavo Alamón reencuentra su propio estilo al volver de Tacuarembó y Fray Bentos. En su casa, el patio se ha convertido en tierra fértil para árboles y flores que esconden baldosas y las convierten en un jardín mental, tan mental como su pintura.

Continuó con la serie de “Los notables”, ese hombre mediocre de la sociedad contemporánea que termina siendo un autómata. Con el hierro Alamón recorta seres que siente encerrados, endurecidos y pretende abrir con ellos un camino directo al corazón del hombre.

En el año 1981 la Embajada de España en Uruguay le otorga a Gustavo Alamón el Primer Premio que le permite radicarse cinco meses en Madrid y visitar Francia. Las obras de Alamón se estaban vendiendo bien: en la Galería Bruzzone de Speyer, había lista de espera para comprarlas y el viaje le dio al artista la distancia para reflexionar con perspectiva crítica. ¿Sería la suya una pintura “complaciente”?

Alamón no quería que sus cuadros se transformaran en espejos donde el espectador se viera reflejadjo. Su finalidad era la crítica dura a una deshumanización paulatina que pintaba en personajes símiles a las máquinas, para que fueran rechazados, porque lo que había que pintar era el alma del ser humano, no su accionar compulsivo.

“La imagen del cuadro era lo rechazable  y no lo comprable –explicó Alamón en su taller de la calle Luis Piera, saturado de olor a jazmines, rodeado de techos en el corazón de una manzana sobre la rambla, una tarde de enero de 2004-. Vine de Europa decidido a cambiar y fue cuando hice “Los androides”, enormes monstruos vistos de abajo, porque quería señalar que aquellos monstruos que detentaban el poder nos estaban pisoteando, a los seres humanos de América y de mi país, era el tiempo de las dictaduras militares. Y recuerdo que hice la exposición y fue la primera vez que ví a la gente, al entrar en la puerta, hacer una exclamación como de fastidio, y ahí fue”.

Alamón había dado en la nota expresiva de su intencionalidad.

Libre ya del temor de caer en una pintura complaciente, tal vez estuviera el artista haciendo literatura, militancia, pintura panfletaria, al subordinarla de tal manera a la expresión de una idea. El artista tiene respuesta para esa posibilidad, cuando dice: “Estoy convencido de que en este siglo XX se han dado acontecimientos tremendos de la historia del hombre a los que yo sentía que los artistas habían dado la espalda, preocupados por crear nuevos ismos y muy preocupados por el aspecto formal del arte, olvidándose de que el arte es forma y contenido, también tiene que decir cosas al otro. El artista creo yo que no puede evadir la responsabilidad de decir las cosas que importan. Hay que tener cuidado en arte de no apropiarse del marketing que está de moda, de no utilizarlo para su provecho, sino que el talento debe atacar los problemas reales y dar con ello un mensaje al hombre contemporáneo. Es mejor no caer en un arte totalmente insípido, sólo por haberse cuidado de no disgustar a quienes molestos por las ideas, sólo aceptan la pura técnica perfecta de un arte que ya no es tal, sino el buen oficio artesanal, vacío de contenido. Digo estas cosas porque estoy convencido de ellas, pero al mismo tiempo si alguien me refuta y me convence de lo contrario yo aprenderé y será la forma de rectificar el camino”.

La década de los ochenta fue tiempo de exigencias para Alamón al dirigir el Taller de Artes Plásticas de la Alianza Francesa de Paysandú, y los Talleres de Artes Plásticas de Paysandú, Salto, Fray Bentos y el suyo propio en Montevideo. Creó y dirigió el Centro de Difusión Cultural y Artesanal de Río Negro (1986), antes de viajar a Alemania Federal y Suecia al año siguiente.

El desempeño de Gustavo Alamón en la Sala de Exposiciones del Ministerio de Educación y Cultura  ha permitido aquilatar condiciones personales del artista, aristas generosas y honestas de su personalidad que le granjearon afecto y confianza del medio cultural uruguayo.

La galería Puerta de San Juan, en la calle Soriano 774, Montevideo, es hasta este momento su más joven emprendimiento: exposiciones, una revista y un lugar acogedor tanto para los artistas como para quienes necesitan del diálogo inquietante y estimulante con las artes plásticas, son puertas que Gustavo Alamón abre, en esa persistencia por hacer caminos. Al andar, como decía Antonio Machado.

 Elisa Roubaud. Bibliografía: Libro Puerta de San Juan de Gustavo Alamón.

 

 

 

                 

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