sábado, 6 de marzo de 2021

TORRES GARCIA JOAQUIN

 

TORRES GARCIA JOAQUIN - MURALES

La exaltación de la forma de las primeras décadas del siglo XX condujo a la pintura de murales. Los mexicanos lo hicieron con sentido ético y social. Diego Rivera, Davida Alfaro Siqueiros, quien visitó el Uruguay en 1933, son brillantes ejemplos de un arte que pide la extensión del muro, por su color exaltado, el volumen de las figuras, las estilizaciones que crean personajes.

Joaquín Torres García llegó al Uruguay en 1934; fundó la revista Círculo y Cuadrado, la Asociación de constructivismo y su Taller del Sur. En los primeros 40 años del siglo XX Uruguay quedó en la vanguardia del arte universal. Torres García decía que Carmelo de Arzadum había tomado todos los reflejos de la luz uruguaya.  Antes de este cambio el arte nacional en el Uruguay era “local y de un momento dado”, ejemplo de lo cual son las obras de Juan Manuel Blanes donde el Gaucho es el centro de su entorno y del mundo  imaginario del pintor. El “arte universal” que propuso Torres García es aquel que no tiene fronteras ni tiempo; aquel que el artista entrega al contemplador en un lenguaje entendible para todos, hecho de colores y figuras que son signos para de-signar: ideas, pensamientos, sentimientos. Son signos que simbolizan más allá de la forma.

Hoy más que nunca las ideas se comunican, virtualmente en un espacio que coincide con el tiempo en que se expresan; son así propiedad de todos. Y lo mismo sucede con la pintura.

Para Torres García “pintar no era copiar”, sino “recuperar con su memoria”; esto hacía con los objetos y los transformaba en signos que querían decir mucho más que una simple imagen tomada de la realidad. O sea que no se trata en sus representaciones de “esta oveja, o pescado, o corazón”, sino de lana, mar, comida, tiempo, vida, espacio, aire, amor, familia, razón y Dios.  En ese cambio “de lo que se vé” al dibujo simple que lo “representa”, se descubre el talento creativo: PORQUE SURGE ALGO NUEVO Y DISTINTO.

La Pintura.-  Esos signos deben ordenarse en el plano. Esas imágenes de la realidad, se achatan, pierden el volumen – son planas dentro de una composición. Porque sin Armonía, no se puede mirar con placer, no se trasmite nada. La no-armonía es como el desorden, el ruido que no permiten comprender.  El resultado de una obra de arte es una SORPRESA sobre algo que conocíamos de otra manera.

Galería de Retratos de Joaquín Torres García fue presentada en Amigos del Are, en 1948: el artista había convertido en pinturas los rasgos físicos y la personalidad de cada celebridad representada. Líneas, formas, colores, enfatizaron cualidades personales como el lenguaje hablado no puede hacerlo. Torres García pintó a Velázquez con pinceladas sueltas, como fue su espíritu: libre, fuerte; envuelto en una luz propia de la escuela italiana de pintura de la que venía Velázquez.

La misión del artista es crear un orden pasando: -de lo particular a lo universal; -de lo sensible a lo idea; -de lo diverso a lo Uno.

Para  el Maestro Torres García la pintura era “como una pura música insonora”. Tenía armonía, podía realizar en la obra pintada una síntesis de la realidad y representaba las cosas de otra manera, ¿cómo?: “Por signos – colores – formas ordenadas en una composición”.

Dijo Torres García: “La pintura existió por sí misma”. ¿Es un pescadito? NO. ¿Lo copia? NO. Pero está ahí, para mirarlo y hacernos pensar – imaginar – soñar - ¿Con qué?

El artista se acerca a las cosas y las descubre y las pinta para que otros sigan descubriendo: porque no impone una imagen determinada, sino un signo, una forma, que nos ayuda a crear. La obra de arte se completa con el espectador, cuando éste sabe mirar. Y esto se hace con: -silencio en el alma – dejando que la obra se descubra – dándole tiempo – no inundándola con los propios pensamientos.

Joaquín Torres García  había nacido en Montevideo el 28 de julio de 1874. Muy joven, a los 17 años, volvió con su familia a España instalándose en Mataró, Caataluña, lugar de nacimiento de su padre. Estudió dibujo y pintura con el Profesor Vinerdell (1889) y asistió a la Academia de Bellas Artes de Barcelona (1892) donde fue alumno de Antonio Caba. Estudiaba y trabajaba con disciplina y también escribía para revistas y diarios. Era una intelectual, un idealista, un hombre religioso.  Casado con Manolita Piña y con sus hijos Olimpia, Ifigenia, Augusto y Horacio vivió cerca de Barcelona en una casa llamada “Mon Repos”.

Atraído por la pintura mural de Puvis de Chavannes y el Novecentismo, pintó murales al estilo de la Grecia Clásica, uno de ellos para la Diputación de Barcelona. El arquitecto Gaudí le encargó hacer los vitrales para la Iglesia de la Sagrada Familia de Palma de Mallorca.

Visitó Italia, Florencia , Roma; retornó a Barcelona en 1917 y se instaló en New York en 1920, donde expuso juguetes fabricados y pintados de madera y realizó escenografías teatrales. Podía hacer cualquier cosa  y todas las coas. Fue un filósofo, crítico, escritor, creador de una doctrina estética: el “Constructivismo”. Su objetivo era la metafísica para alcanzar la armonía universal, no solamente en el arte sino  en toda la vida humana y en la experiencia de cada hombre. Torres García trajo al Uruguay un Museo Europeo (1934) porque sus trabajos y sus enseñanzas representaban la síntesis de la búsqueda de las vanguardias de aquel tiempo en Europa. Y él pudo enseñarlas explicando su origen y el proceso de su desarrollo en un arte nuevo. Las enseñanzas del Taller Torres García, la Escuela del Sur, se basaron en la reproducción de la cultura mediterránea europea, raíces de la cultura americana.

Era un padre cariñoso, tal como siempre lo recordó su hija Olimpia; le gustó mucho vivir en París (1926). Su “Constructivismo” nació en 1928, la revista “Círculo y Cuadrado” se publicaba en París en 1930 y sus obras se exhibían en las mejores galerías de esta ciudad. Volvió Torres García al Uruguay el 11 de abril de 1934, en el Cabo San Antonio. Mantuvo correspondencia con José Enrique rodó; conoció al pintor Pedro Figari y fue amigo de Rafael Barradas. En Montevideo fundó su taller que se llamó primero “Círculo y Cuadrado”  y luego “Escuela del Sur”; fundó la Asociación de Constructivismo. Dio 600 conferencias y realizó más de 20 exposiciones. Mereció el Premio Nacional de Pintura en 1944. Con sus discípulos hacía murales. Murió el 8 de agosto de 1949.

Elisa Roubaud




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