sábado, 13 de julio de 2019

Los ismos se transforman en el Sur


INTRODUCCION
LOS ISMOS SE TRANSFORMAN EN EL SUR.
Durante las primeras décadas del siglo XX, los pintores uruguayos viajaron al primer mundo, ya fuera en usufructo de becas otorgadas por el gobierno o por sus propios medios, para estudiar en Italia, Francia, España y para visitar los museos. Volvían impregnados de una tradición occidental que sigue vigente, ya que ni siquiera las libertades proclamadas por el postmodernismo han conseguido borrar su senda. Cumplían de esta manera con la natural evolución de un colonialismo cultural que siguió a la época de la conquista y que aportó al país bienes como el refinamiento en el buen gusto, la actualidad en el conocimiento científico, la orientación social para crear las leyes, modas, costumbres, sin entrar a detallar la larga lista de cantantes, actores, bailarines, entre otros representantes de las artes, que recalaban en el Teatro Solís o en el SODRE de Montevideo. Todo se sumaba para que el nivel de información y educación de la población uruguaya fuera alto en toda la escala social.
Conviene recordar que desde fines del siglo XIX los artistas intentaban reconciliar al hombre con la máquina, creando el diseño que distinguiera la marca frente a la masificación que significaba la producción industrial. De tales inquietudes nació en 1919 la Bauhaus en Weimar, Alemania, fundada por una comunidad de artistas y artesanos entre los que figuraban  Klee y Kandinski como profesores, dirigidos por el arquitecto Walter Gropius y orientados por un manifiesto que proclamaba una estética totalizante, flexible y pragmática, basada en el libre trabajo de los talleres, dedicados a crear diseños para la gran industria. Con este mismo espíritu  Pedro Figari se adelantó en el Uruguay a la Bauhaus, investigando sobre los orígenes de la cultura rioplatense y aplicando motivos autóctonos a las artes y artesanías que se enseñaban en la Escuela de Artes y Oficios de la que fue director en 1915, encargado de reformar la enseñanza industrial de acuerdo al plan que había presentado al Directorio de la Escuela en el año 1910.
Pedro Figari  (Montevideo 29 de junio de 1861 – 24 de julio de 1938), curiosamente llega de París a Montevideo en el mismo año que Joaquin Torres García (1934). Ya muy entrado en años, Figari no pinta y  no asiste a sus clases. Defensor de Oficio como abogado; Diputado por Rocha y por Minas, asesor de Batlle y Ordóñez como político; escritor, filósofo, periodista fundador y co-director de El Deber (1893), fue llamado “crítico de arte” por el pintor uruguayo Rafael Barradas (Montevideo 4 de enero 1890 – 12 de febrero de 1929), al titular una caricatura suya en 1911. Barradas vivió  la mayor parte de su vida en España y no por ello dejaría de influir en la pintura uruguaya, con un dibujo despojado, creador del” vibracionismo”  que rompía con la inmovilidad del motivo y un color vibrante aplicado a las formas que su sentir modificaba, en una suerte de caricatura de la realidad.
 Pedro Figari,  artista generoso en sus tareas y en el color para volver a mover los personajes de una historia recordada y animada con el humor de sus pinceles, hubiera hecho excelente escuela, orientado hacia la recuperación del americanismo, si su gestión como Director de la Escuela de Artes y Oficios no hubiera encontrado los escollos políticos que lo llevaron a renunciar y alejarse de la vida pública para solamente pintar, en 1921. Una tarea que había empezado mucho antes, cuando su esposa Margarita de Castro Caravia estudiaba con el pintor italiano Godofredo Sommavilla. En 1886, Pedro Figari recibió su título de abogado, se casó y viajó a Europa, visitando Francia, Inglaterra, Alemania, Austria, Bélgica, Italia, Holanda y Dinamarca. Sin embargo,  el encuentro con los Impresionistas  Bonnard y Vuillard, y con el cuadro “La Diligencia a Tarascón” de Van Gogh, fue en Montevideo, en el Taller de Milo Beretta (Montevideo 28 de diciembre de 1976 – 27 de diciembre de 1935), en la calle Lugano del Prado, punto de reunión de artistas e intelectuales, entre ellos el Dr. Carlos Vaz Ferreira y Antonio Lussich.  Allí se realizaron las reuniones preparatorias de Amigos del Arte, en diciembre de 1930.
El Círculo Fomento de Bellas Artes se fundó en Montevideo en 1905, para “fomentar la difusión de las Artes Plásticas estableciendo cursos de dibujo, pintura, escultura y organizando exposiciones”, tal como se expresó en el momento inicial y bajo la presidencia del Dr. Augusto Turenne.  Intentaban así traer “...a la historia de las artes uruguayas el comienzo de una verdadera guía en la educación del artista y consecuentemente dirigir al público local hacia el arte moderno. He ahí su trascendencia”. (José Pedro Argul, “Pintura y Escultura del Uruguay”, Montevideo 1958, Capítulo XI, página 87).
 Sin embargo, los viajes de estudio ya no fueron tan frecuentes a partir de los años cincuenta y sesenta. La economía nacional se deterioró en forma continuada. Los artistas, sin la posibilidad de ser enviados como becarios y herederos de aquella tradición a través de sus maestros, aún aislados siguieron produciendo. La austera disciplina y la profundidad filosófica que fue privilegio de los alumnos directos del Taller Torres García, fue fecunda semilla de numerosos talleres que hasta la actualidad reúnen grupos de artistas trabajando juntos bajo la supervisión del maestro que eligen. Con su perfil propio, en todos se evidencia la marca de aquel primero y es de rigor nombrar las lecciones de Augusto Torres, José Gurvich, Vicente Martín, Miguel Angel Pareja,  Oscar García Reino, Edgardo y Alceu Ribeiro, Juan Storm, Pepe Montes, Guillermo Fernández, Jorge Damiani, Hugo Longa, Cléver Lara, Nelson Ramos, Sergio Viera, Eduardo Espino, Walter Nadal, Andrés Montani, Sergio Curto, Enrique Badaró Nadal, Virginia Patrone, Mario Giacoya, entre tantos otros.
La lección de Don Joaquín Torres García (Montevideo, 28 de julio de 1874 – 8 de agosto de 1949) está viva en la composición, en la estructura, en la valoración del color de artistas contemporáneos que no asistieron a su Taller, pero que no han sido inmunes a su influencia. Cuando volvió al Uruguay en 1934, Torres García impartió sus clases y conferencias en el Ateneo, en Cercle et Carré, en la Sociedad de Arte Constructivo. Venía impregnado del conocimiento, desde las raíces griegas de la civilización occidental hasta las últimas corrientes del arte abstracto y del arte concreto, vanguardia que entraba en Europa por la puerta de libertad abierta antes por la lección de Cézanne y el cubismo de Picasso. Quiso, en su lealtad, devolver al país de su nacimiento lo aprendido en una carrera incansable de sucesos y fracasos, de Barcelona a Italia por el Mediterráneo, de New York a París. La paz hogareña de su vida en “Mon repos”, en la localidad de Tarrasa, Cataluña, donde desconocido reflexionaba, pintaba, escribía y enseñaba, fueron el fundamento para los viajes de investigación, las luchas de cada día para vivir de la pintura; y fueron el preludio para el deslumbramiento de las grandes ciudades, que en sus obras se reflejó por un mayor dinamismo en la figuración, exaltada por colores más brillantes. Finalmente, Torres García realizó su propia síntesis de tantas corrientes como aparecieron a principios del siglo XX, en el “constructivismo”, que aunaba el despojamiento abstracto de la geometría y las relaciones matemáticas entre los espacios, con los símbolos de una filosofía de valores que desde lo sensible pasaba por lo racional para llegar a lo espiritual. Todo esto se ve hoy en la pintura uruguaya, aún en la más gestual, aún en quienes huyen de paletas bajas y saben armonizar restallantes colores, dentro de una organizada composición. La lección fue aprendida, las libertades individuales fueron marcando una evolución que estaba prevista por el Maestro, a pesar de que muchos de sus seguidores y discípulos no se hubieran podido desprender del modelo de los trabajos del Taller.
José Pedro Argul en su historia crítica “Pintura y Escultura del Uruguay”, Montevideo 1958, advierte a los artistas uruguayos de valores locales que pueden encontrar en el propio entorno y los anima a diferenciarse de los modelos europeos. En la página 165 de esa edición escribe: “Si estas páginas apoyan la confianza del artista hacia el medio y de éste hacia aquel compatriota el autor ha logrado su propósito”.
Tal vez ha llegado la hora de asistir a esa confianza en el medio. Y es que las naciones también deben hacer un proceso de maduración y afirmación que lleva su tiempo.  Porque la dependencia es condición permanente que acompaña las etapas históricas de todos los pueblos del mundo bajo distintas modalidades y éstas difícilmente se perciben con claridad en el tiempo en que se viven. Elisa Roubaud.

Bibliografía:
“Pintura y Escultura del Uruguay. Historia crítica”, de José Pedro Argul, impreso en la Imprenta Nacional, Montevideo, setiembre de 1958. Ilustraciones impresas por Mosca Hnos. S.A.
“Proceso de las Artes Plásticas en el Uruguay” de José Pedro Argul,  Impresión Talleres Gráficos Barreiro y Ramos, Montevideo, abril de 1975.
“Joaquín Torres García” de Raquel Pereda, Edición Fundación Banco de Boston, Montevideo, 1991.
“Pedro Figari” de Raquel Pereda, Edición Fundación Banco de Boston, Montevideo, 1995


Zinoveev Evelin

EVELIN ZINOVEEV


Nacida en Montevideo el 15 de noviembre de 1965, Evelin Zinoveev recibio el titulo de Licenciada en Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la Republica, en 1988.
Continuo estudios relacionados con el comercio y las relaciones internacionales, en la Universidad Catolica UCUDAL (1990) “Comercio Internacional”; fue becada por el Colegio de Licenciados en Relaciones Internacionales para estudiar “Marketing Internacional” en la Fundación Bankboston (2002); estudio “Negociación Internacional y Programación Neurolinguistica en la Fundación Bankboston (2003).
Talentosa para las artes y con habilidad manual desde la niñez, Evelin bordaba en hilos y lanas y podia tejer bolsos y carteras con fibras vegetales, desde muy temprana edad. Dividida entre los estudios académicos y las artes, aprendio cerámica en el Taller Nowinski a partir del año 2002.
Nuevas posibilidades se abrieron para Evelin Zinoveev con el trabajo de las tierras y las formas. Su sensibilidad retomo el contacto directo con la materia a modelar y surgieron otras formas que sorprendieron a la propia artista: libre de presiones pudo desarrollar un estilo propio, diferente al de sus maestros y no por ello de menor nivel artístico o artesanal.
Grandes curvas recorren el espacio en lineas que se abren creando nuevos espacios interiores y son vasijas originales, que aparecen dibujadas y despojadas, si bien voluminosas y poco trabajadas en la superficie, esgrafeadas con signos abstractos que recorren las piezas ofreciendo distintas sorpresas al contemplador.
Los viajes no son ajenos a esta actitud abierta, confiada y dedicada al demoroso oficio de la creación, en el caso de Evelin Zinoveev. Arte y arquitectura le revelaron la historia de las formas en las ciudades europeas, cuna de la civilización occidental: Madrid, Toledo, Burgos, Valle de la Loire, Paris, Londres, Oxford, Windsor, Dover, Brujas, Ámsterdam, Volendam, Francfurt, Colonia, Zurich, Berna, Lucerna, Lugano, Milan, Padua, Asis, Venecia, Florencia, Siena, Roma, Nápoles. En America, recorrio los Estados Unidos, México, Peru, Paraguay, Chile, Argentina, Brasil. Su formación fue completándose en la realidad y la diferencia, como un recorrido interior desde la causa hacia los efectos, en el caso de las culturas americanas. Todo ello se refleja en sus piezas de cerámica, hechas de placer estetico, de historia y de raices personales. La sensibilidad se educa y el gusto se adquiere en el contacto con aquellas obras que el tiempo ha confirmado y las ciudades guardan. Evelin tenia ya la tendencia a la decoración de interiores desde que hizo un curso con Poupee Perrone y Juan Carlos Areoso en 1997. Su curiosidad y su voluntad la llevaron a desarrollar lo aprendido, en una amalgama de conocimientos y creación que hoy se recoge en las vasijas, grandes, despojadas, amplias, llenas, sorprendentes, de su taller.

Elisa Roubaud,. 

Whyte Margaret


MARGARET WHYTE


Las obras de Margaret Whyte integran colecciones públicas en el Museo Nacional de Artes Visuales, Museo de Arte Contemporáneo y Banco de la República, en Montevideo, Uruguay. En colecciones particulares se pueden encontrar en Argentina, Alemania, Brasil, Escocia, México, Estados Unidos de Norte América y Uruguay.
Se formó en el Círculo de Bellas Artes de Montevideo (desde 1972) y en los talleres de Jorge Damiani y Hugo Longa. Integra la Fundación de Arte Contemporáneo.
Whyte ha sido distinguida con el Premio Adquisición del  Salón Nacional de Artes Plásticas, Premio Ministerio de Turismo, Bienal de Salto de 1996, Premio Especial y Adquisición Salón “Centenario del BROU”, Premio “El Mundo Viajes”, Bienal de Salto 1998.
En lo nacional ha expuesto individualmente en el Museo de Arte Contemporáneo, Museo Juan Manuel Blanes, Museo del Gaucho y de la Moneda del BROU, Biblioteca Nacional, Cabildo de Montevideo, Molino de Pérez; y entre las exposiciones colectivas se destacan el Premio V Centenario Instituto de Cooperación Iberoamericana, Intervención en el Parque Barofffio, VIII Bienal de la Primavera, Salto 2000.
En lo internacional, Margaret Whyte participó en la Primera Bienal Internacional del Deporte en las Artes Plásticas, Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo; Primer y Segundo Encuentro Latinoamericano de Arte sobre Papel; Segundo Encuentro Latinoamericano de La Paz, Buenos Aires.
En mayo de 2004, Arteuy presentó un tapiz de Margaret Whyte en una de las exposiciones organizadas por Enrique Abal Oliú, con motivo de Arte y Diseño en el Hotel Cottage de Montevideo.
Realizado en tela con textura de fibras e hilo, este tapiz vertical mide 190 x 100 cms y su contemplación remite a etapas anteriores de la producción de la artista cuando en 1992 pintó una serie de figuración expresionista, en la que “El columpio”, acrílico sobre tela, 120 x 160 cms, curiosamente se organizaba en una composición de similares ritmos en diagonal, fuertemente estructurada.
Este tapiz, “sin título”, en la variedad de sus brillos y texturas que lo podrían convertir en una obra más decorativa, mantiene la sobria severidad no exenta de fantasía que es característica de esta artista. También las telas elegidas para compaginar esta obra responden a la misma paleta, la de la sensibilidad de la artista.
Cuando a través de un período de casi diez años se pueden descubrir en la obra de una creadora los puntos de coincidencia y a la vez establecer diferencias tan fundamentales hasta de técnica, como pueden ser las que separan la pintura del tapiz, se puede inferir sin temor a error que se trata de una artista madura: al cambiar de oficio mantiene sus líneas de composición y las huellas de sus costuras en el tapiz conducen a las pinceladas contenidas y profundas que marcaron pinturas anteriores.
El tapiz de Margaret Whyte no se parece a los tapices provenientes de otras culturas. Es evidente en esta obra la organización de planos que se destacan sobre un fondo más entrabado de formas, tal como también se podía ver en su anterior pintura de “Paisaje con peras y manzanas, 1989, tinta, acuarela, 87 x 67 cms. En aquella obra de tonos tenues, rojizos, sobre un fondo que aludía a frutos que estaban prontos, maduros, el dibujo de lineas precisas, finas, marcaba planos geométricos que cubrían como géneros apenas coloreados en grises y celestes, la vida que palpitaba por detrás. En la presente obra, todo es género y cual conviene a su densidad, los colores son profundos, definidos para marcar contrastes y delinear un derrotero de formas y caminos conducentes a una placentera contemplación. Elisa Roubaud

 







VILLEGAS MAÑÉ PABLO


PABLO VILLEGAS MAÑÉ  nació el 20 de febrero de 1926 en la ciudad de Montevideo. Cursó la primaria en el Colegio San Juan Bautista y el liceo en el Colegio de la Sagrada Familia y el Liceo Elbio Fernández. En el año 1947 asistió a la Escuela de Bellas Artes. Pese a su poca salud, pero gracias a su vocación artística y a su profunda fe católica se mantuvo siempre dinámico, venciendo dificultades. Sobrino del escultor Pablo Mañéo Algorta, quien lo orientó en sus búsquedas pictóricas, estudió los clásicos para dominar el dibujo, lográndolo maravillosamente. Fue importante en su formación la amistad con Carmelo de Arzadum y con José Cuneo . Tenía muchos encuentros con Arzadum en el balneario Las Flores, vecino a Playa Verde donde Pablo veraneaba desde niño en casa de su abuela  paterna Plácida Suárez de Villegas. Trabajó pintando y dibujando, utilizando óleo, pastel, lápiz color, carbonilla, tinta pluma, en cada etapa de su vida. Convirtió el tiempo en transformar la belleza natural en obras pictóricas de gran nivel plástico y en dibujos en los que la levedad y pureza de la línea alterna con trazos que refuerzan la carga de su expresión.
Elisa Roubaud

VIERA SERGIO

SERGIO VIEERA EN EL MUSEO NACIONAL DE ARTES VISUALES.
DENSA Y CONMOVEDORA ES LA ESPIRITUALIDAD QUE ENVUELVE AL CONTEMPLADOR DESDE LA ENTRADA A LA SALA GRANDE DEL PRIMER PISO EN EL MUSEO NACIONAL DE ARTES VISUALES. ESTA PRIMERA SORPRESA , IMPACTANTE, ESTREMECEDORA, SE TRANSFORMA SUAVEMENTE EN UNA PLACENTERA MEDITACION DURANTE EL TRAYECTO QUE SE RECORRE ENTRE PINTURAS, ALGUNAS ESCULTURAS, DOS MURALES QUE RESUMEN, LLEVADAS A GRAN ESCALA, LAS CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA DE SERGIO VIERA.LOS COLORES BAILAN EN UNA ABSTRACCION QUE MANTIENE SUS SIGNOS EN PERFECTA ARMONÍA HACIENDO DE CADA ESPACIO UNA REALIDAD OTRA, AUN CUANDO SE PUEDA RECONOCER EN SU GEOMETRIA AVASALLANTE, TAL ES EL CASO DEL GRAN MURAL DE UNA PARED DEL SALON, LA SENSACION LIQUIDA DEL OCEANO DONDE UN TIBURON SE DIVIERTE CON LAS OLAS. EL ESPECTADOR PUEDE ENTRETENERSE FRENTE A CADA UNA DE ESTAS OBRAS SIN RECURRIR A UNA FRIA INTELECTUALIDAD PARA PODER AQUILATARLAS Y COMPRENDERLAS, SENTIRLAS. LA FINEZA DEL COLOR, LA EXACTITUD DEL DIBUJJO, LA PUREZA DE LAS FORMAS NATURALES COMO RAMAS TRABAJADAS Y LAS ESCULTURAS ENTRE LAS QUE SE DSESTACA UN BLOQUE DE PIEDRA TRABAJADO CON INCISIONES EN LA FORMA DE UNA TORRE IMAGINARIA QUE REMITE A LO INDIGENA DEL CONTINENTE AMERICANO, ASOMBRAN Y PIDEN SIESMPRE UNA MIRADA MAS PAARA PERMANCECER EN EL ALMA DE QUIEN MIRA.  UN PESCADO IMAGINADO SOBRE UN TROZO DE MADERA ES LA OBRA DE ARTE MAS FINA Y SENTIDA DE TODA ESTA GALERIA MONUMENTAL DONDE VIERA DESPLIEGA EL RESULTADO DE AÑOS DE ESTUDIO Y TRABAJO, ANGUSTIA Y ENTUSIASMO PARA PODER CREAR Y ENTREGAR AL MUNDO EXTERIOR LA ENTERA Y PURA FUERZA DE SU INTERIORIDAD EXPRESANDO UNA IDEA QUE CONSIGUE TRASMITIR CLARA Y DISTINTA: LO UNIVERSAL EN EL ESPACIO Y EN EL INTERIOR DEL HOMBRE SE DAN CON NATURALIDAD EN LA CONTEMPLACION DEL MUNDO EXTERIOR Y EN SU TRADUCCION ORDENADA Y MUSICAL, POETICA, SE CONSTRUYE LA OBRA PLASTICA. ELISA ROUBAUD


TALLER VIERA REVISITADO
Volver a la antigua casa rosada sobre la placita de Venezuela y Magallanes nunca se convierte en rutina, aunque ya pueda llamarse costumbre y se repita todos los miércoles desde mayo de 2002. Y aun cuando cada vez, como es mi caso, esa visita se cumpla desde el umbral de los caballetes, intentando penetrar en la obra sin perturbar a quien pinta, disfrutando del aura de este lugar, de la atmosfera creada en la suma del entremundo ali reunido Siempre todo resulta una sorpresa. 
Los artistas luchan y disfrutan, escuchan musica, a veces conversan y las mas estan silenciosos para poder encontrar dentro de si el impulso y plasmar en el blanco algo material y concreto de una realidad distinta que  perciben y necesitan expresar. Prudencia, admiración, respeto, curiosidad, dominan en la contemplación mientras  unos y otros consiguen encontrar, en la figuracion o en la abstracion siempre renovadas, esa  persistente canción que se repite idéntica para cada artista, muda y cantada por cada uno con los rasgos y colores propios.
Sergio Viera observa y es pensando y caminando que participa permanentemente en la evolucion de los trabajos; tiene el don de orientar con certeza en aquello que pueda solucionar problemas de construcción, de equilibrio de formas, el tono, sin jamas interferir en la obra que se esta gestando por la voluntad interior del alumno;  y poco a poco va surgiendo la claridad de la composición que se estructura con dibujo firme y después habra de transformarse gracias al color.
Con una mirada abarcadora se distingue la libertad aprendida y el esfuerzo individual que ha guiado la mano de los artistas. Las obras difieren notablemente entre si y solo se emparentan por un aire de solvencia, de solidez conceptual en cuanto a lo que es realidad, representación o pintura. Nada “se cae”, como se suele decir: el dibujo esta prendido del soporte, las formas se organizan y siendo todas las paletas distintas y todos los grados de figuración variados entre unos y otros, los pintores del Taller de Sergio Viera sin duda han comprendido que la buena pintura gana en el espacio su propia realidad y se instala y perdura como tal.  Para el juicio de la historia.
Elisa Roubaud.


EXPOSICIÓN DEL TALLER SERGIO VIERA
La diversidad de los trece expositores en busca de la abstracción, la armonía del tono y la equilibrada composición, podría ser la característica más sobresaliente de una muestra de alumnos de Sergio Viera en el taller de la calle Venezuela 1473, entre Minas y Magallanes.
Son ya trece pintores que marcan con su estilo una trayectoria de trabajo, el resultado de una disciplina. Son trece expresiones personales de cada artista que elige el tema y la forma en que habrá de tratarlo, culminando en cada caso con un perfil definido que los identifica. A estos perfiles individuales se suma la mirada general a todo el taller, instalado en una antigua casa de la Aguada, cuyo carácter tanto en las habitaciones donde se pinta, se conversa, se estudia y se cambian ideas todos los miércoles de tarde, como en las áreas comunes y a cielo abierto, se respira libertad y respeto, espacio para todos y una contención dada por la fuerza del grupo que se reúne puntualmente desde hace casi diez años.
En la diferencia que marca el carácter de cada artista se lee la buena orientación del profesor Viera, permitiendo que se haga buena pintura, que se recorra un camino propio sin alejarse de las reglas que convierten el espacio blanco en una buena composición plástica. Y así se puede apreciar la alegría impresionista de Sofía Cosco, la fuerza del color que se instala como si no pesara, precisamente para dar peso y sentido al tema tratado; la intención geométrica que va guiando hacia un dibujo y una abstracción cada vez más libres, los trazos y el color de Mabel Fiandra, de María del Carmen Peaguda, de Adolfo Albanell, quien junto a los paisajes de casa y campo pintados en una paleta baja y terrosa como conviene al tema, muestra además tres dibujos que revelan su línea sensible, la primera y directa expresión sobre el papel.  Si bien José Luis Inciarte  suele pintar la figuración de su mundo interior dominado por paisajes de imponente naturaleza, en esta muestra presenta dos cuadros geométricos en una paleta alta, de brillante color y de inspiración más mental. La ingenuidad de Ana Inés Morelli es simplemente aparente y responde a una simplificación audaz de la realidad, para lo cual esta colorista maneja el espacio con decisión en el dibujo y una composición en la que arriesga color y forma, hasta convertir el fondo en otras tantas figuras de su mundo imaginario. Los pardos colores de Patricia Butler resuelven el paisaje sobre la horizontal y la vertical y en uno de los dos cuadros presentados, los tonos pastel, luminosos, muestran una nueva tendencia en la abstracción de su pintura. Susana Rossini traza con decisión y seguridad las líneas fundamentales de su composición, y ésta va cambiando, transformándose con pinceladas espontáneas y expresivas, unas sobre otras, hasta conseguir la unidad que la artista busca en cada creación. Josela Mazza crea un mundo de color y formas totalmente abstractas en las que se descubren aristas de la realidad; son las que dan consistencia a su discurrir con el color, en un diálogo casi musical de tonos  que a la vez acompañan y cubren aquella figura inicial. Los caballos de  Robert Larrosa palpitan con la dinámica que el artista consigue imprimir a la forma. Horacio Herrera hace gala de su libertad para combinar elementos plásticos que remiten a la realidad, es el caso de unas flores, que son antes pintura que flores y en esto radica el mérito de su trabajo. Daniel Valenti muestra su habilidad en el retrato y en el desnudo, con una técnica que contiene su expresividad dentro de los límites que el artista se impone para convertir en plasticidad las formas naturales del modelo elegido. Por todos estos valores rescatados de la mirada a la exposición del Taller de Sergio Viera, se impone el comentario que las obras presentadas inspiran al contemplador. Elisa Roubaud

VICENS CLARINA


CLARINA VICENS (CATÁLOGO)
En los dibujos acuarelados  Clarina Vicens desnuda la expresividad de su línea. El contemplador puede seguir los trazos y sentir la vibración y la emoción que la artista trasmite en cambios dóciles al contacto de su mano con la idea, con la visión que guía el pulso, apoyándose más y engrosando aquel recorrido, o cediendo al silencio de los trazos más débiles.
En estos trabajos no hay pintura que esconda los matices de la creación, todo su proceso está allí claro y vulnerable. Pinta solamente algunas zonas, valorándolas  con el color. Un color que la artista maneja con decisión, tratando la acuarela como si fuera óleo, por su densidad que no mengua las transparencias; creando espacios llenos que lejos de ahogar la línea contribuyen a su realce; dando un volumen especial aún en la cualidad plana de los personajes representados, tomados de la realidad diaria que Clarina capta y conserva enaltecidos por su creatividad. E.R.

VIA CRUCIS SAN JOSE DE LA MONTAÑA


Los artistas de Carrasco pintaron un Via Crucis en el patio de San José de la Montaña
LAS OBRAS DE LOS FIELES DAN SENTIDO A LA PRACTICA DE LA FE EN LA IGLESIA
Confirman la presencia de Dios en la vida de los hombres  estas palabras de Jesús: “Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará  todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros”. (Evangelio de San Juan 15 – 11 a 17).
Así  como en la Edad Media la construcción de las catedrales fue motivo de reunión de los fieles, aportando cada uno según su oficio en obras que se iniciaron en el siglo XII, pero cuya construcción se fue completando y reformando hasta la actualidad, en la Iglesia de hoy las obras de los fieles, sus oficios, profesiones y compromisos de la vida personal, reunidos en ofrenda, son lo que da sentido a la práctica de la Fe.
 Con tal espíritu, los artistas del barrio de Carrasco fueron convocados por los Padres Carmelitas de San José de la Montaña en la calle Cooper,  para dejar sus colores en los muros del patio contiguo a la iglesia. Pintaron el Via Crucis en quince murales y una obra de Ignacio de Iturria evoca a San José con Jesús en el taller de carpintería.  Con su impronta, los artistas marcaron las etapas del camino de Jesús, desde su entrega en el Monte de los Olivos hasta su gloriosa resurrección. Su inspiración, la pasión puesta en la creación y ejecución de estos  trabajos  son surco abierto de la modernidad que expresa,  hoy como ayer,   fe y esperanza, siguiendo la  huella de aquel surco de sufrimiento  que llevó a Jesús  del  Via Crucis  al cumplimiento de su promesa de Vida y Luz Eterna.
Ignacio de Iturria impacta con San José y Jesús en el taller; sus manazas construyen, sostienen y el pintor se poya en este detalle para afirmar profunda filosofía de solidaridad y caridad que se expresa en la modernidad por el estar presente, comprometerse con las situaciones, jugarse. No falta como en casi ninguna de las obras de este artista el símbolo de ternura, en este caso en el burrito o caballito gris, que los llevó a Belén, o el que trajo a Jesús triunfante a Jerusalén, el mundo animal de la creación allí representado, como el trabajo y la mirada fija hacia adelante, para continuar. Composición, color, tono, decir que hay brillo en esos blancos, grises, negros y marrones, es recordar apenas al maestro de la expresión de las cosas más sencillas, buscando siempre la trascendencia.
El Via Crucis comienza a la entrada del patio con una oración en el huerto de los olivos, pintura expresionista de Odile Caubarrere, que no teme a la letra y escribe “Padre aparta de mi ese cáliz pero que se haga tu voluntad y no la mía”. Un pensamiento fundamental que la pintora rescata para dar desde el inicio del recorrido la pena y la actitud de Jesús ante la misión que debe cumplir. Simplifica las formas, adapta el árbol al cuerpo de Jesús, quien está de espaldas al espectador, sumido en oración, presente pero distante. El sol naciente es una nota importante de color, es una alusión a la esperanza en la noche del sufrimiento, el cuadro destila sufrimiento, soledad; pero no temor, sino paz.
La abstracción total de Gustavo Vázquez es pintura centrada en Jerusalén. Las texturas, los atisbos de rojo en la cruz de pasión, transmiten hasta en la materia que cubre el soporte del mural, que sufre, se deteriora, todo se distorsiona ante lo que cambió la historia, ante la mayor injusticia y el artista sólo puede estampar claramente la cruz, el número XII en romanos, 33 años que serían y dice después de Cristo. Es realmente pintura, interpretación abstracta de toda la historia del mundo, de la muerte de Jesús  como centro del tiempo, del error y de la incomprensión propia de los hombres.
Elba Bartaloutsi utiliza la figuración para simbolizar, en la situación que vive Jesús ante el Poder, la más desnuda indefensión, el mayor silencio delante de quienes se creían señores y dueño de la ley, al extremo de no plantearse ni la duda para condenar a un inocente, mudo con la dignidad del Dios que era. La composición es impecable y todo se entona en el temor que produce la injusticia.
Giselle Weill representa al Taller de Myriam Núñez y compone un mural de estilo oriental, que transporta al contemplador al tiempo y al lugar de la acción. El camino de Jesús hacia la cruz está empezando y se siente el asombro en quienes lo rodean: hay más consternación que crueldad en esta escena inundada por una luz que viene de atrás de las figuras, son colores iluminados y ese brillo contenido del color actúa como signo de interrogación sobre lo que habrá de continuar.
Philip Davies moderniza la escena. Rompe el cielo con el drama que sufre la tierra, llena de cruces, de cruces orientales, el espacio donde hay una cruz en la que será Jesús crucificado. Jesús tiene la corona de espinas y Pilatos parece estar preguntando lo que le permitirá no comprometerse en su condena. Todo rojo, todo negro, la catástrofe empieza, es un mural que traduce la historia a los términos de una escenografía, teatraliza la historia evangélica que fue realmente dramática en los términos de su realidad, porque … por qué Pilatos entregaba a quien habría podido salvar?
Rodrigo Zorrilla convierte el sentimiento de Jesús y de sus amigos de todos los tiempos en una pintura de este tiempo. Prima el amarillo en un espacio en el que el color gotea como si escribiera las instancias de la Pasión de Jesús. Está la cara de Jesús con sus ojos cerrados al mundo y a toda la gente que lo hace sufrir, coronado de espinas. Es color que se derrama sobre el dolor. Recuerda las pinturas de los expresionistas abstractos norteamericanos, el biombo de Carlos Federico Sáez y sus fondos de obras recorridos por pinceladas libres; la escritura de color “all over” que tanta fama le dio a Jackson Pollock y que en este muro de Zorrilla resulta la letra más original y adecuada para escribir el sufrimiento de quien ya ha despegado de la realidad, porque no la puede soportar.
Diego Krôeger realiza la proeza de olvidar su estilo habitual de barcos y naturaleza que hacen soñar y fundirse en una idealización  atrapante. Krôeger deja de lado lo anecdótico del camino del Señor hacia la cruz. Abstrae para encontrar lo esencial.  Jesús está allí, inerte, ausente ya, pero es una multitud de manos que se retuercen representando el sufrimiento: el del ajusticiado que cae y la culpa, la culpa que sufren todos los  hombres de todos los tiempos, clavada en el alma del mundo; y esas manos recibirán ese cuerpo muerto y sepultado, todas las manos confluyen en él, que se va hundiendo más y más en la tierra.
Federico Armas representa la VIII estación del Via Crucis, cuando llaman a un hombre para que ayude a llevar la cruz.  Dice “2010 el Cireneo”. Lo ayuda. Arquitecto de profesión el artista crea una cruz arquitectónica, aparentemente hecha de cemento, de hierro;  hay en este mural tanta  geometría como plasticidad;  es sombrío, con ciertas notas de color ubicadas con sentido del equilibrio, a pesar de lo cual consigue comunicar el sufrimiento que la escena describe. En esta distancia que toma el artista con el relato histórico está el grado de abstracción que enriquece su obra como pintura.
Miriam Muxi  pinta con la belleza del color oriental, los densos planos colocados según  sabios contrastes, al punto de trasmitir serenidad en una escena de Jesús con la cruz a cuestas.  Muxi comunica la aceptación de María, al lado de Jesús; puede no haber sido así, tan grande era la multitud, pero la realidad es que María estuvo todo el camino junto a Jesús, así lo sentía ella y así lo sentía sin duda Jesús.  La pintura de Miriam estiliza el dolor aceptado, el deber asumido con un color deslumbrante que no descarta las cruces del sufrimiento pues están presentes con toda su crudeza en un ángulo derecho: lejos, eso sí, porque prima en la obra el sentido de ese sufrimiento.
Adolfo Sayago sorprende, conmueve, desconcierta al espectador con su capacidad de imaginación, con el poder de un artista para desprenderse hasta de sí mismo y responder al reto de la creación. Sayago compone un collage con pequeños palitos colocados como huesos en el cuerpo del crucificado. Esta superposición del material se adelanta, obliga al contemplador a sentir el dolor punzante de cada uno de esos huesos representados;  otros dos hombres están crucificados junto a él, en su misma situación. Sin embargo, son los brazos de Jesús los que se sienten abrazando a toda la humanidad, sin salirse del escenario donde todavía lo tienen clavado.
Agó Páez pinta la promesa que Jesús le hace al buen ladrón. Su mural está hecho a la manera de un mosaico con los colores que son propios de Agó, colores claros, traslúcidos, limpios, con un sentido de lo angelical que la artista tiene naturalmente en sí misma y que por lo tanto sabe como nadie trasmitir. Hay mucho heredado de su padre en esta condición.  Pinta el sol de la vida porque Cristo aunque muerto vive y está rodeado de ángeles,  aunque hayan querido envolverlo los demonios. Pinta la paz que esa redención entregó a todos los tiempos y así la entrega dentro de un círculo que tal vez representa el infinito, es el tiempo y el no tiempo que  envuelve a todos los hombres  destinados a vivir y seguir viviendo.
Soledad García simboliza el momento en que la Virgen y San Juan son figura de la filiación divina de todos los hombres. Jesús dio la vida por todos, todos son sus hermanos, todos hijos de su Madre. La pintura de muy buen oficio presenta veladuras, hay colores que aluden a la esperanza; impresiona la pintura de la Virgen y cómo la artista ha sabido someterse al tema propuesto y convertirlo en un canto de esperanza.
Victoria Rodríguez ha pintado la muerte de Jesús. No podría tener atenuantes. Es el desenlace del camino que el contemplador ha seguido, conducido de la realidad a la oración confiada. Ese espíritu se mantiene en la obra de Victoria, más allá de la muerte pintada. Jesús está rodeado de sus ángeles. El tono de este mural lleva al contemplador a pensar que tal vez aunque se sintió Cristo totalmente abandonado y así lo dijo en la cruz, hubo un instante en el que esos ángeles lo estaban recibiendo y tuvo por fin la paz del Reino que anunció, cuando sólo pocos creyeron en El en aquel tiempo. El mural de victoria Rodríguez es dramático, sombrío, trágico, realista.
 La “Pieta” pintada por Alicia Bauer conmueve por sus formas, simples, serenas, bien delineadas, estáticas;  hay  montañas de fieles que parecen hombres, los que vendrán y los que fueron; algunos están debajo de la cruz.  Pintura plana que remite a los primitivos italianos,  en la que apenas el tamaño de las imágenes va dando la distancia del monte, no hay perspectiva. La Virgen con el hijo en brazos, sin amargura, ya no hay sufrimiento; San Juan le da la mano; Pedro  está a sus pies; otras manos se abren como cálices y hay ojos asombrados, la aceptación pintada en los rostros. El mundo ha quedado glorificado con esta muerte inocente y todos los lienzos que revestían al muerto están tirados por el suelo. Ya no son necesarios. Jesús vive.
Teresita Crespi es muralista  experimentada. Técnica y tamaño parte de su probado oficio. Aires legendarios rodean al  Señor bajando del árbol de la vida con los racimos de uva, imagen que remite al primer milagro que convierte el agua en vino durante un casamiento. Jesús se acerca al contemplador: bendiciendo.  Cumplió su destino. Sabía  que no sería comprendido. De aquel camino sólo queda el símbolo de una cruz, en la parte superior. Los ángeles y los hombres están a los pies de Jesús. La realidad ha vuelto a ubicarse en el lugar que corresponde. Fineza de color característica de Crespi. Y la Gracia del Señor que se derrama por el tronco del árbol de la vida, creado por Dios en algún momento del tiempo que no conocemos, y que habrá de continuar aunque no sepamos cómo.
LA NUEVA JERUSALEN
También con la participación de artistas y artesanos se construyó la arquitectura de la luz, se levantaron las catedrales góticas que fueron diferenciándose del románico de paredes macizas y de menor altura, en la medida en que ciudad y campo también se distanciaban, al fin de las grandes invasiones provenientes del norte de Europa.
 Suger, abate de Saint Denis, necrópolis de los reyes de París, está en el origen de esa evolución arquitectural, cuando en 1130 emprendió la refacción de la abadía a su cargo y mandó reconstruir el coro en 1140, según los principios de la naciente arquitectura ojival. El maestro de obras debió dominar las posibilidades de la bóveda de ojivas, canalizar los empujes, suprimir el muro entre los soportes y perforando inmensos vanos hacia el exterior, permitir que la iglesia se inundara  de luz a través de vidrieras de colores restallantes.  Suger dejó escrito su programa técnico e iconográfico en “De Administratione” y desde la Edad Media hasta la actualidad los métodos de fabricación han cambiado poco, exigiendo mano de obra numerosa para un trabajo de largo aliento. Una de aquellas vidrieras fue regalada por Suger a Maurice de Sully, obispo de París, edificador de la catedral de Notre Dame, antes de su muerte en 1151. 
En el Apocalipsis de San Juan esta la inspiración y el móvil para que los habitantes de cada pueblo de Francia  se unieran y entregaran su oficio para construir las catedrales. Catedrales que simbolizarían a la Nueva Jerusalén, gran esperanza de la cristiandad.  En sus vitrales se cuenta  la historia sagrada, convirtiendo piedras y vidrios en plegarias, de una espiritualidad e iluminada belleza que el tiempo de siglos no ha podido empalidecer. En el advenimiento de la Nueva Jersualén, toda blanca y luz, veían el símbolo del cumplimiento de las promesas de Luz y Vida Eterna, en la Palabra de Dios que San Juan, inspirado, escribió en El Apocalipsis. Dice así en algunos de sus paajes:
“Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas calamidades, y me dijo: Ven que te voy a enseñar a la novia, la esposa del Cordero. Y en la visión que me hizo ver el Espíritu, el ángel me llevó a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén que bajaba del cielo, de la presencia de Dios…No vi ningún santuario en la ciudad, porque el Señor, el Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la alumbra el resplandor de Dios y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad y los reyes del mundo le entregarán sus riquezas. Sus puertas no se cerrarán de día,  y en ella no  habrá noche. Le entregarán las riquezas y el esplendor de las naciones; pero nunca entrará nada impuro, ni nadie que haga cosas odiosas o engañosas. Solamente entrarán los que tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero. El señor me mostró un río limpio de agua de vida. Era claro como el cristal, ya salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle principal de la ciudad y a cada lado del río, crecía el árbol de la vida, que da fruto cada mes, es decir, dos veces al año; y las hojas del árbol sirven para sanar a las naciones. Ya no habrá allí nada puesto bajo maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos lo adorarán. Lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente. Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz y ellos reinarán por todos los siglos…Yo, Juan, vi y oí estas cosas. Y después de verlas y oírlas, me arrodillo a los pies del ángel que me las había mostrado, para adorarlo. Pero  él me dijo: No hagas eso, pues yo soy siervo de Dios, lo mismo que tú y que tus hermanos los profetas y que todos los que hacen caso de lo que está escrito en este libo. Adora a Dios”. (El Apocalipsis, 21_22, La nueva Jerusalén).
Este lenguaje de símbolos fue necesario para la comunicación de los fieles cristianos que el Imperio Romano perseguía y a quienes se dirigía un mensaje de fe y de esperanza que los mantuviera firmes en su creencia en Jesucristo. En la Escuela Catedral de los pueblos, los clérigos se inician a una nueva cultura que se relaciona con el pensamiento de los filósofos griegos. La palabra “iglesia” viene del griego “eclaesia” y quiere decir reunión de fieles, creyentes en la misma fe, no se refiere al edificio, sino al grupo humano que se forma para sostenerse mutuamente en lo que creen. Un folleto de la catedral de Notre Dame de París cita a San Anselmo de Cantorbery quien dijo “la fe busca la compensión”, al fundamentar que la Iglesia no teme a esa exigencia del espíritu humano, pues San Juan afirmó “Dios es luz”, “el Criso es la luz veradera” y es “luz del mundo”. Entonces el rol de los arquitectos comenzó a ser el de dejar pasar esa luz por los vanos de la construcción. Y los  fieles, creyentes, se unieron en el esfuerzo de dar sentido religioso a los vidrios, creando vidrieras con la historia de la fe tomando escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento.
En las catedrales de Notre Dame y de Chartres (siglos XII y XIII Francia), varias reformas sufridas en el correr de siglos posteriores, por causa de incendios o deterioro, no apagan los fuegos de aquellos artistas y artesanos del inicio de su construcción, ni  el misticismo y el recogimiento que sus dimensiones, imágenes  y luces produce en el alma de quien ora, contempla y recorre sus naves, altares y rosetones. En el rosetón sur de Notre Dame de París, hay dieciséis profetas representados, entre ellos y al centro están Isaías, Ezequiel y Daniel, llevando en sus espaldas a los evangelistas Mateo, Lucas, Juan y Marcos; los que también aparecen en el crucero sur de la Catedral de Chartres; imágenes que vienen al caso al recordar las palabras del Obispo Beltrán de Chartres, en el siglo XIII, al referirse a la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: “Somos como enanos en las espaldas de gigantes, de tal manera que percibimos mucho más cosas que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque nos llevan y alzan, gracias a su tamaño gigantesco”.
Artistas y artesanos, gigantes del sentimiento y de la expresión, valientes para someterse a las miradas del presente y del futuro, surgen en Carrasco, en 2010, con la misma actitud de entrega, alegría, esperanza, dedicación a su oficio, concentración en la idea. Hoy como ayer reúnen y animan a los fieles en la misma fe, con la luz de sus pinceladas, la fuerza de sus   gestos, la sorpresa de la realidad espiritual que provoca una pintura. Las obras de considerable tamaño que cubren las paredes al costado y detrás de la iglesia de San José de la Montaña, han cambiado ese patio, son un motivo más para permanecer en una aventura humana que continúa y que Dios conoce y protege al detalle.
Elisa Roubaud


Uria Juan

AIRE FRESCO Y RENOVADOR: PINTURA DE JUAN URIA

EXPOSICIÓN EN LA COLECCIÓN ENGELMANN OST


Es reconfortante recorrer la planta baja del museo contemporáneo nacional creado por el matrimonio Engelmann Ost  y encontrar pintura pura. Recibir en cada obra de Juan Uria la frescura de un arte no contaminado por el conceptualismo y simplemente volcado a la expresión plastica: al gozo de la armonia en la forma y el color.
Es un deleite visual contemplar composiciones que, con apariencia de ingenuidad, han sido rigurosamente estructuradas. Ludicamente Juan Uria alterna los vivos colores, la geometría que cubre los fondos y el dibujo firme y despojado, destacado en el planismo de sus creaciones.
En el pasado, no solamente la fotografia parecio amenazar a la pintura de caballete. Movimientos renovadores buscaron los signos que se adecuaran a las circunstancias historicas imperantes, prescindiendo de la figuración y hasta dejando de lado la forma o el color. Y asi como es posible encontrar la abstracción cuando se trabaja con la figura (el Maestro Joaquin Torres Garcia decia en sus clases y conferencias que en todo arte hay abstracción y religiosidad), tambien puede suceder que en la pura mancha, el encolado u otras técnicas que se sumen al plano, nada haya sido “abstraido”: los girones de realidad pueden perderse, cuando falta la idea generadora que los habria de sustentar.
Tal vez lo que comunique esta muestra que Juan Uria ha llamado “Todo seria mas simple si solo tuviéramos dos caras”, es el llamado a la alegria sola y desprevenida de la contemplación; el alerta a los valores plásticos que no desaparecen, porque en la armonia de las relaciones esta le encuentro con la realidad. El arte es para todos, no solo para elegidos o conocedores. Cuando es arte, la obra comunica directa y profundamente con quien la mira y se deja invadir por ella para sentir.

Elisa Roubaud

Umpiérrez Silvia

ENCONTRAR TEJER Y RENACER PERMANENTEMENTE-

“Esta propuesta es para  contemplar un mundo vegetal del que somos parte, con una mirada cauta, reflexiva y protectora. Deseo sensibilizar y compartir la belleza que nos brinda la naturaleza, proveedora de infinitos recursos que transformamos en una trama siempre en construcción. El taller es un espacio para vivenciar  la convergencia de dos fibras: la vegetal, que está en nuestro entorno y la interna, personal e íntima, la conjunción entre persona y naturaleza.” Silvia Umpiérrez.

Silvia Umpiérrez no busca. Mira. Atraviesa calles y jardines en el barrio de Malvín donde vive y encuentra formas y colores que se desprenden claros de las plantas que otros desechan en todos los campos y ciudades por los que pasa así: encontrando, descubriendo,  el material para tejer sus tapices que después se adaptarán a formas y diseños en su taller. En un viaje a la tierra de sus antepasados, al conversar con un tío abuelo en Barcelona, también encontró el hilo conductor que la llevó a los genes inspiradores de su presente. Y así dice: “Siento gran amor, respeto y un agradecimiento por desarrollar mi tarea. Es una memoria que viene de mi familia. Mi bis abuelo, vino de un pequeño pueblo de pescadores sobre el Mediterráneo, en La Coruña española. El tenía el oficio de pescador y se tejían cuencos con fibras para la tarea diaria.”
En el diálogo con los materiales encontrados, Silvia puede conectarse con la naturaleza de manera íntima, personal y así extraer de cada elemento que pasaría inadvertido a muchos, la expresión que deberá enriquecer con arte y gracia al tejer y formar con ello una obra que después de colgada cambiará las paredes, el entorno, la mirada del contemplador y el alma de los espíritus sensibles. Se habrá cumplido el  viaje de retorno a lo natural y lo que parecía marchito quedará renovado, transformado, vivo para perdurar.
Y así dice: “Nada se destruye, todo se transforma.”
Silvia Umpiérrez comenzó  a trabajar por los años 80 con el tapicista José Cardozo desarrollando la técnica de Telar Criollo.
Ha obtenido diversos premios y distinciones y a mediados de los 90 se dedicó a investigar con elementos naturales. Creó una técnica propia hecha de tramas de fibras naturales, con  hojas secas tejidas y así  convertidas en tapices con el Telar Criollo.
Estos tapices participaron de eventos internacionales (becas) en Alemania, Santa Cruz de Tenerife España, México y Buenos Aires. Elisa Roubaud


Trolio Josefa


TROLIO, Josefa
Nacida en Soriano en 1947, Josefa Trolio ejerció la docencia en escuelas públicas y privadas de Montevideo hasta el año 1985. Paralelamente, Josefa se inclinó por las artes plásticas y fue cumpliendo un riguroso itinerario en los talleres de Octavio Podestá en la UTU, de Miguel Ángel Pareja y de Guillermo Fernández.
Al abandonar la enseñanza escolar, Trolio se internó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, pasando por el Taller Fundamental de Anhelo Hernández y egresando en 1992. Los estudios de educación por el arte y el aprendizaje de técnicas como la cerámica, la serigrafía, el arte en fieltro y, hace dos años, un cursillo de arte en papel, la fueron capacitando para dirigir con solvencia un taller de expresión para niños y crearon las bases de nuevos y futuros trabajos en el campo de la creación artística.
Utiliza Joefa Trolio colores naturales, otoñales, creando la ilusión de que se trata de una sola obra, repartida en compartimientos geométricos que se suceden para expresar un único diseño que se extiende en el tiempo, se apila en papeles y cartones que se contemplan uno a uno y como si se tratara de la secuencia de una misma idea entregada en bocetos, encolados, dibujos y pinturas.
La técnica japonesa del Washi Zokei para la fabricación de papel artesanal con fibras vegetales naturales fue el disparador para las ideas de Josefa Trolio, estimuladas por previos estudios que le dieron solvencia para componer asociaciones de color, entonar formas geométricas y vegetales durante la elaboración misma de la pasta que utiliza como soporte de sus creaciones.
Tienen las obras de Trolio una serenidad clásica, asentada tal vez en la docilidad de la artista a las posibilidades que cada materia ofrece; compone así, adecuando el vuelo de su imaginación para no violentar cualidades y modificando sutilmente aquellos elementos simples y naturales que fueron escogidos para cada obra. “Barro del Parque Rodó”, dijo Josefa Trolio al explicar su forma de trabajo. Porque recoge lo que las plantas en su jardín o en otros dan, para organizarlo con el rigor que demanda el equilibrio de una composición y con ello consigue que lo caduco y desechable se convierta en materia durable de formas expresivas y permanentes.
Sobre el cedazo va colocando las fibras mojadas, las que tienen color y las que como blanca pulpa servirán para hacer el fondo para las figuras que previamente ha pensado componer. No hay un dibujo de base, sino que puede a veces utilizar un filamento para recorrer un contorno, sugerir rostros, figuras humanas, formas geométricas que repiten motivos a la manera de grecas. En la figuración entran a cubrir el cedazo los ocres, los verdes, los claros y los oscuros de los tostados y naturales, creando un orden nuevo con fibras muertas, fijando sus colores en determinado punto de su transformación natural.
Es interesante saber que Josefa Trolio, estudiando el comportamiento de todo lo que crece en su jardín, descubrió que con el agua hervida de las hojas del hibisco se puede hacer un jarabe especial, gomoso, con el que pegan y fijan mejor los elementos al asociarlos y combinarlos en la elaboración del papel sobre el cedazo. Después de secar y dar vuelta el papel de arte que ha fabricado, Josefa  Trolio está por fin en condiciones de juzgar si la obra está a la altura de sus expectativas.

Elisa Roubaud


Torres garcia juaquin

MURALES
La exaltación de la forma de las primeras décadas del siglo XX condujo a la pintura de murales. Los mexicanos lo hicieron con sentido ético y social. Diego Rivera, Davida Alfaro Siqueiros, quien visitó el Uruguay en 1933, son brillantes ejemplos de un arte que pide la extensión del muro, por su color exaltado, el volumen de las figuras, las estilizaciones que crean personajes.
Joaquín Torres García llegó al Uruguay en 1934; fundó la revista Círculo y Cuadrado, la Asociación de constructivismo y su Taller del Sur. En los primeros 40 años del siglo XX Uruguay quedó en la vanguardia del arte universal. Torres García decía que Carmelo de Arzadum había tomado todos los reflejos de la luz uruguaya.  Antes de este cambio el arte nacional en el Uruguay era “local y de un momento dado”, ejemplo de lo cual son las obras de Juan Manuel Blanes donde el Gaucho es el centro de su entorno y del mundo  imaginario del pintor. El “arte universal” que propuso Torres García es aquel que no tiene fronteras ni tiempo; aquel que el artista entrega al contemplador en un lenguaje entendible para todos, hecho de colores y figuras que son signos para de-signar: ideas, pensamientos, sentimientos. Son signos que simbolizan más allá de la forma.
Hoy más que nunca las ideas se comunican, virtualmente en un espacio que coincide con el tiempo en que se expresan; son así propiedad de todos. Y lo mismo sucede con la pintura.
Para Torres García “pintar no era copiar”, sino “recuperar con su memoria”; esto hacía con los objetos y los transformaba en signos que querían decir mucho más que una simple imagen tomada de la realidad. O sea que no se trata en sus representaciones de “esta oveja, o pescado, o corazón”, sino de lana, mar, comida, tiempo, vida, espacio, aire, amor, familia, razón y Dios.  En ese cambio “de lo que se vé” al dibujo simple que lo “representa”, se descubre el talento creativo: PORQUE SURGE ALGO NUEVO Y DISTINTO.
La Pintura.-  Esos signos deben ordenarse en el plano. Esas imágenes de la realidad, se achatan, pierden el volumen – son planas dentro de una composición. Porque sin Armonía, no se puede mirar con placer, no se trasmite nada. La no-armonía es como el desorden, el ruido que no permiten comprender.  El resultado de una obra de arte es una SORPRESA sobre algo que conocíamos de otra manera.
Galería de Retratos de Joaquín Torres García fue presentada en Amigos del Are, en 1948: el artista había convertido en pinturas los rasgos físicos y la personalidad de cada celebridad representada. Líneas, formas, colores, enfatizaron cualidades personales como el lenguaje hablado no puede hacerlo. Torres García pintó a Velázquez con pinceladas sueltas, como fue su espíritu: libre, fuerte; envuelto en una luz propia de la escuela italiana de pintura de la que venía Velázquez.
La misión del artista es crear un orden pasando: -de lo particular a lo universal; -de lo sensible a lo idea; -de lo diverso a lo Uno.
Para  el Maestro Torres García la pintura era “como una pura música insonora”. Tenía armonía, podía realizar en la obra pintada una síntesis de la realidad y representaba las cosas de otra manera, ¿cómo?: “Por signos – colores – formas ordenadas en una composición”.
Dijo Torres García: “La pintura existió por sí misma”. ¿Es un pescadito? NO. ¿Lo copia? NO. Pero está ahí, para mirarlo y hacernos pensar – imaginar – soñar - ¿Con qué?
El artista se acerca a las cosas y las descubre y las pinta para que otros sigan descubriendo: porque no impone una imagen determinada, sino un signo, una forma, que nos ayuda a crear. La obra de arte se completa con el espectador, cuando éste sabe mirar. Y esto se hace con: -silencio en el alma – dejando que la obra se descubra – dándole tiempo – no inundándola con los propios pensamientos.
Joaquín Torres García  había nacido en Montevideo el 28 de julio de 1874. Muy joven, a los 17 años, volvió con su familia a España instalándose en Mataró, Caataluña, lugar de nacimiento de su padre. Estudió dibujo y pintura con el Profesor Vinerdell (1889) y asistió a la Academia de Bellas Artes de Barcelona (1892) donde fue alumno de Antonio Caba. Estudiaba y trabajaba con disciplina y también escribía para revistas y diarios. Era una intelectual, un idealista, un hombre religioso.  Casado con Manolita Piña y con sus hijos Olimpia, Ifigenia, Augusto y Horacio vivió cerca de Barcelona en una casa llamada “Mon Repos”.
Atraído por la pintura mural de Puvis de Chavannes y el Novecentismo, pintó murales al estilo de la Grecia Clásica, uno de ellos para la Diputación de Barcelona. El arquitecto Gaudí le encargó hacer los vitrales para la Iglesia de la Sagrada Familia de Palma de Mallorca.
Visitó Italia, Florencia , Roma; retornó a Barcelona en 1917 y se instaló en New York en 1920, donde expuso juguetes fabricados y pintados de madera y realizó escenografías teatrales. Podía hacer cualquier cosa  y todas las coas. Fue un filósofo, crítico, escritor, creador de una doctrina estética: el “Constructivismo”. Su objetivo era la metafísica para alcanzar la armonía universal, no solamente en el arte sino  en toda la vida humana y en la experiencia de cada hombre. Torres García trajo al Uruguay un Museo Europeo (1934) porque sus trabajos y sus enseñanzas representaban la síntesis de la búsqueda de las vanguardias de aquel tiempo en Europa. Y él pudo enseñarlas explicando su origen y el proceso de su desarrollo en un arte nuevo. Las enseñanzas del Taller Torres García, la Escuela del Sur, se basaron en la reproducción de la cultura mediterránea europea, raíces de la cultura americana.
Era un padre cariñoso, tal como siempre lo recordó su hija Olimpia; le gustó mucho vivir en París (1926). Su “Constructivismo” nació en 1928, la revista “Círculo y Cuadrado” se publicaba en París en 1930 y sus obras se exhibían en las mejores galerías de esta ciudad. Volvió Torres García al Uruguay el 11 de abril de 1934, en el Cabo San Antonio. Mantuvo correspondencia con José Enrique rodó; conoció al pintor Pedro Figari y fue amigo de Rafael Barradas. En Montevideo fundó su taller que se llamó primero “Círculo y Cuadrado”  y luego “Escuela del Sur”; fundó la Asociación de Constructivismo. Dio 600 conferencias y realizó más de 20 exposiciones. Mereció el Premio Nacional de Pintura en 1944. Con sus discípulos hacía murales. Murió el 8 de agosto de 1949.


Tonelli Carlos


TONELLI: CONTENIDO Y POESIA EN LA OBRA DE UN MAESTRO.

La palabra, la forma, el vacio. La poesia, eldibujo, el color. La materia, la vida, el Universo. Todo se  conjuga, se equilibra, se amalgama, en las obras de Carlos Tonelli.que la Galeria Caracol presenta en el Hotel Mantra de la Barra de Maldonado. Esta exposición de dibujo y color es un jalon mas de excelencia en la carrera del artista, ganador del Premio Figari en 2002.
En el inicio del recorrido el espectador encuentra una naturaleza pintada al oleo, junto a un dibujo abstracto. Ambas obras orientan, ya desde el punto de partida, hacia el sentir y el discurrir de Tonelli, inmerso en la realidad sendible hasta descubrir por ella la poesia y la espiritualidad que guarda la materia, la luz en el Universo que la contiene. Y asi se lee la enseñanza de un Maestro Zen: “1..La forma no es diferente del vacio; 2. El vacio no es diferente de la forma; 3. Forma es, precisamente, vacio; 4. Vacio es, precisamente, forma; 5. Todo es vacio, radiante y luminoso por si mismo”.
En la perfección de un dibujo el ojo se recrea con el clasicismo de la antigüedad y la letra escrita lleva a una meditación de Buda, que ubica al contemplador en la armonia de “el justo medio”. Y asi Carlos Tonelli va dirigiendo el alma hacia las profundidades del ser. Los “membrillos” y “las nueces” son, tal como lo dice el artista “Seis nueces otra forma de expresar mi sentir al Maestro” (se trata de Mou-K’I, del periodo Song Sur, influido por la secta budista tch’an, al igual que otros artistas chinos entre los siglos XII y XIII). En cada dibujo, y tal vez en estos muy especialmente, la sutileza, la afinación del trazo y del color, no pesan : apenas levemente se afirman creando imágenes que se instalan en el plano, buscando expresar el contacto espiritual con la materia que las convoca.
De lo antiguo a lo moderno, de lo transitorio a lo permanente y como intentando un trampolín al infinito, Tonelli recorre una suerte de historia que rescata la materia al mirarla y admirarla, al detenerse en ella y arrancar su poesia para estamparla con suave firmeza, convertida en forma limpia, desprendida, llena y vacia, sobre el blanco del soporte. Asi de abstracta, puede el alma humana sentirla y recibirla, para con ella elevarse hacia la eternidad de la Creación. Porque origen y expresión de los seres creados se fijan en imágenes que llevan a la meditación profunda y natural del “ser”, su finalidad y su finitud en el Universo. En lo vegetal, lo mineral, Tonelli concentra su atención y su dibujo excelso descubriendo trazos comunes a la vida organica.
“El mar trajo estas formas a la orilla, tesoros, alimentos autenticos, riquezas que guardare” y mas adelante “...toma vida en origen. La eternidad es asi”, dice el artista.
¿Dónde esta el principio? En otro dibujo maravilloso, al que la sensibilidad responde, el artista apunta: “Mañana otoñal un pajaro se posa el viejo sauce”, poesia, simplicidad de lineas, la fuerza del rojo y la palabra justa.
Destacados en el espacio los dibujos sugieren su inmensidad. Se recortan, se acercan, se miran, calan hondo.. El esfumado, el color, la linea firme y tenue a la vez. La sutileza que no pierde contundencia, porque se atiene al ser que es. Y la voz del artista se vuelve a escuchar: “Mi vecino corto del limonero la rama, me la dio”.
Elisa Roubaud


Storm fotos






Solari Luis A


SANTOS OSMAR

SANTOS OSMAR. (Datos que figuran en una carta de Osmar Santos a Elisa Roubaud, año 2017)
… Posteriormente a la presentación del libro, la Intendencia de Rivera alquiló un local céntrico, una vieja casona que se demolió y en ella construyeron un amplio salón para un supermercado que nunca se instaló.
En el año 2011 me jubilé y asumió como nuevo director del museo de artes un ex alumno, Hugo Lago médico jubilado y pintor, quien ha continuado por el camino ya iniciado.
La tarea que desarrollé fue, entre muchas otras, formar un acervo partiendo de cero, con obras de pintores riverenses, nacionales y extranjeros solicitándoles donaciones. Organicé decenas de exposiciones, charlas, etc. etc. Fue desarrollado durante años un proyecto de visitas de niños con sus docentes. Se editó un boletín durante varios años que se enviaba a todo el país. Se hizo un inventario de obras, muebles y otros objetos, todo documentado en libros, todo informatizado. Una biblioteca de arte, totalmente indizada y fichada de acuerdo a normas bibliotecológicas. Y un sinfín de cosas grandes y chicas que se realizaron a través de los años.
Cuando me correspondió entregar el museo al nuevo director ya estaba todo hecho desde el punto de vista museológico, menos la adaptación del nuevo local con mamparas, iluminación,  y otros aspectos. Es a lo que se está dedicando Hugo Lago, sin descuidar las exposiciones y el trabajo sistemático con niños escolares.
Por más de cincuenta años me dediqué al proyecto Museo para Rivera. Paralelamente fui docente en secundaria, escuelas de artes de Rivera y de Livramento, dibujé y pinté como lo he hecho desde siempre.
Me dediqué a la arqueología de campo investigando y publicando informes. También a la malacología coleccionando, investigando y publicando. Me ayuda a distender la tensión del día a día.
Así como fundé el museo también tuve oportunidad de fundar la Escuelita de Arte Infantil, la que funciona sin interrupciones desde entonces. Hoy en manos de la hija Alicia y de Alejandra que es una de mis nietas, y otras profesoras contratadas.
En Sant’Ana do Livramento fundé una escuela de artes, de la que fui director y docente por más de treinta años.  Así como también fundé el Museo de Arte de ASPES, Asociación Santanense pro Enseñanza Superior.
Las cuatro instituciones han tenido y tienen incidencia en la elevación de la sensibilidad colectiva respecto a lo cultural en esta frontera Rivera-Livramento de corte tan mercantilista.
Cuando tenía talvez unos once o doce años se reunían en casa compañeros de la escuela, primos y niños vecinos y en una mesa grande en el patio los enseñaba a dibujar cuerpos humanos y a tallar pequeñas esculturas en piedra arenisca de la zona. Creo que ahí nació la vocación docente.
Tuve tres tías hermanas de mi madre que fueron maestras. Esther me incentivó desde muy pequeño, poco más de un año a rayar con varias técnicas propias para la edad, porque según me contaron ella veía que me acostaba de barriga sobre las baldosas amarillas de la baranda y con un lápiz intentaba hacer monigotes.
Otra de las hermanas, Elisa, cuando aprendí a leer me prestaba libros de arte, tenía varios, y su esposo me permitía dibujar en la mesa donde el hacía planos para la oficina de catastro.
Con aquellos libros y revistas me pasaba horas observando las láminas. Intentaba pintar con aquellos colores que no eran tan saturados. Más bien neutralizados, pero cómo?  No existía en Rivera ninguna escuela de enseñanza artística ni pintores. De tanto insistir empecé poco a poco mediante mezclas a acercarme a lo que deseaba,   hasta que llegué a la verdad pintando con acuarelas una cabeza de mujer. Había llegado al tono. Todos los días 1º de enero y 22 de junio dibujo o pinto algo. Esta última fecha es la del día que cumplo años. En esa cabeza de mujer, debajo de la firma escribí la fecha: 22.VI.1949. Estaba cumpliendo 15 años.
En 1951 un pintor de origen austríaco, Rodolfo Seinwells se instaló en Rivera y fundó la Escuela de Arte Pictórico. Con él estudié hasta que fui a estudiar a Montevideo a mediados de 1952.
En la capital estudié profesorado en el IPA y de noche pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Me recibí a fines de 1956 y volví a Rivera con muchas ideas para desarrollar. La estadía en Montevideo estudiando y visitando exposiciones, museos y talleres fue un disparador importantísimo que me condicionó para dedicarme a lo propio y a lo colectivo a la vez.
Jubilado igualmente continúo asesorando sobre temas artísticos, especialmente a alumnos liceales y de profesorado que me lo solicitan. Y recibo visitas de grupitos de niños con maestras o practicantes de la escuela que funciona frente a la casa donde vivo. Desean que les explique por qué pinto “así”.
En lo concerniente al arte digital, lo empecé a desarrollar en 1995. Al principio con figuras que transformaba o adaptaba a composiciones. Pero me dije un día; “Porqué estoy haciendo la figura partiendo de fotos o imágenes. Eso lo puedo hacer con pinceles y todos los materiales que se usan en la pintura. Esto es otra cosa, otro lenguaje”. Y comencé a investigar cómo crear obras digitales solamente con el computador, sin imágenes agregadas. Y llegué partiendo de un simple pixel y una línea. Lo que me permitieron hacer los programas usados me entusiasmó de tal manera que casi me olvido de la pintura. Adopté la forma abstracta como meta en cada realización y colores saturados. Poco después comencé a usar un programa de fractales. Volví a las matemáticas. El programa permite modificar formas alterando los valores numéricos de las ecuaciones. Al comienzo se me evadían las formas y no conseguía lo que buscaba. Hasta que lo logré y con un dominio mayor de las herramientas informáticas los empecé a realizar  con mayor seguridad de llegar a lo pensado.  No les pongo título. Llevan el número de obra y la fecha nada más. Opus 402, por ejemplo.
Respecto a la fotografía me acompañó siempre. Cuando cumplí doce años mis padres me regalaron una cámara Kodak. Aún la conservo. Y de ahí en adelante no paré. Durante unos años instalé en casa un laboratorio para revelar en blanco y negro. He fotografiado con varios tipos de cámaras. Y ahora le agregué la del celular. En 1995 hice un viaje a España y Portugal solamente para descansar y fotografiar. Como persona, me considero uno más en el rebaño. No hago distinciones. Soy muy tranquilo, nunca tuve ni tengo enemigos. Nunca fumé, nunca me atrajo el alcohol y tampoco tomo mate. Según la esposa de un amigo, por todo eso debo ser “una persona muy aburrida”. No tengo tiempo para aburrirme. Tengo dos hijos que se acercan a los sesenta de edad, Alicia es docente y grabadora y Eduardo dibujante de planos de campo y ciudad, además de ser un técnico en informática. Hace treinta años falleció mi esposa, madre de ambos. Con posterioridad me casé dos veces, y del último matrimonio tengo un hijo de doce años, Ernesto. Está en sexto de escuela. Modela esculturas con arcilla con creaciones acordes con la edad. Ha intervenido con éxito en varios torneos de ajedrez. Toca el piano, está en quinto del Conservatorio. Y juega al fútbol como golero. Qué será en el futuro, solo él sabrá. Por la edad que tengo, 83, no lo voy a ver.  Tengo cuatro nietos y siete bisnietos. La mayor va a cumplir 18 años. Si me descuido, en cualquier momento puedo llegar a ser tatarabuelo. Sonrisa
Elisa, creo que interpretando tu pedido, he escrito muy sintéticamente lo que he realizado y cómo vivo, cómo soy, en fin, una auto radiografía como hombre y artista. 

OSMAR SANTOS
“Un hilo representa la distancia del pasado el presente y el futuro.”
                                                                                                        Francisco Ignacio.

Seres esenciales, esos que son purificada verdad sin apariencia, pueblan el lenguaje plástico de Osmar Santos. Síntesis de una filosofía de pintor que tiene que ver con la búsqueda de la verdad de las cosas, y con el propósito de verlas como son, no como se nos presentan. Seres esenciales que resumen la búsqueda plástica de su propio lenguaje. Comunicación, y a la vez agua purificante que despierta el deseo de releer la cotidianeidad, haciendo conciencia de que  en la esencialidad, reside  la verdad del SER.

SOY, y por ello se me está permitido crear, desarrollar, construir, destruir, modificar, accionar. Pero  este permiso en la esencialidad del hombre, no es nada más que impulso positivo, para la realización positiva, que se mide simplemente en la relación de mi persona con otra persona, de mi persona con el entorno, de mi persona con los seres que lo habitan, de mi persona con las cosas a las que doy valor o desvalorizo.
El ser esencial es aquél  que ha descubierto la imponencia de su humanidad y el bien que ontológicamente la guarda; por eso incorporando la sombra se ha vuelto creador, es decir reflejo de la VERDAD que ennoblece y dignifica.

Los artistas, vuelvo a repetir, LOS ARTISTAS, llegan a esa esencialidad que se da en la integración de su “humanidad” con la expresión que se muestra, despojada ya de todo compromiso que no sea decir lo que se vive,  pensar lo que se dice, vivir lo que se piensa. La verdad se vuelve  expresión y nace así la obra de arte. Después viene todo lo demás…

Osmar Santos nos lleva a un mundo de realidades, donde el abecedario se ha vuelto color, entonces descubrimos su planteo, su visión de las cosas, su interioridad desnuda de toda afectación posible.
Amalgama los colores con la preocupación primera, buscando la estética como la frase que sin rebusques da la idea acertada y sabe bien que para poder llegar a ella no hay una fórmula sino un eterno empezar en el largo y experiente camino recorrido.
Por eso sus realizaciones son siempre nuevas, nacidas en el instante que insta a la búsqueda y se empecina hasta lograr el acorde final, donde el reflejo de lo pensado y lo realizado se ha vuelto tangible.

Seres esenciales, hombres cargados de una metafísica que no se distancia sino que se interioriza en cada uno de nosotros, desertándonos de este mundo aparente, a un mundo real que parece imaginario, y abriéndonos a un desafío imperioso donde todo toma su verdadero valor y se relativizan los iconos prefabricados, para que podamos mirar desde la verdadera  realidad  “LO ESENCIAL, que  ES INVISIBLE A LOS OJOS”.

                                                                                    Ramón Cuadra Cantera.