FRANCISCO CAPURRO
Son
fuertes las pinturas de Francisco Capurro, expuestas en el Hotel Four Points de
la ciudad de Montevideo. Humor y ternura surgen de una descripción del campo en
la que el caballo es el protagonista. La naturaleza lo envuelve, lo contiene,
formando un marco luminoso o tenebroso, con sus montes, bajo cielos que cubren sin invadir. El color, hecho de
espesas veladuras, es casi un collage de tonos amalgamados hasta sorprender.
Las líneas anchas y firmes de sus pinceladas recorren con seguridad el espacio
y parecen no detenerse nunca: también están allí cuando el ojo del contemplador
se fija a examinar un espacio aparentemente libre de figuración, en el que los
matices son en sí una nueva forma que se ha instalado en ese preciso lugar de
la composición, porque otras formas así lo han delimitado.
Francisco
Capurro construye sus escenas con imaginación y con energía. Interior y exterior se funden en los colores bien
entonados y las figuras cobran ritmo y movimiento en este vaivén del escenario.
Otras formas quedan estáticas en su figuración inicial.
En
las obras de menor tamaño se descubre una relación con la historieta, la
caricatura y aquellas extensiones en las que una perspectiva plana se cubría de
cerros y a veces lejanías, se acerca a la descripción colorida y transformada
del interior de una casa.
El
mar, la gran ola, el velero y sus navegantes no faltan en este friso de un
pintor que también sabe transmitir la inmensidad de la soledad con tonos pastel
y casi intocados por la línea o el dibujo.
Poco
falta para completar esta historia cuando el caballo y el cielo se confunden en
un azul que puede más que la historieta, porque es verdadera Pintura.
Elisa
Roubaud.
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