sábado, 13 de julio de 2019

DANESE GRACIELA


GRACIELA DANESE EXPONE EN
SALA FIGARI PALACIO SANTOS
Dueña de sí misma en el uso de las herramientas, Graciela Danese ha creado la libertad para los  sueños,  ante una cambiante realidad que es el punto de partida para la variedad de los temas elegidos.
Del retrato al paisaje, entre la figuración y la abstracción, Danese compone y construye con solidez una armonía de proporciones en las que la mancha de color se sostiene gracias a sul dominio del dibujo, al tiempo que forma y deforma los motivos que fueron punto de partida para cada una de estas creaciones.  Con una paleta alta Graciela hace honor a los maestros que la llevaron a guiarse por sus propios colores:  Jorge Damiani, José Arditi, Dardo Ingold, Gustavo Alamón .
La mancha vuela, cobra ritmo, bailan los tonos cubriendo liviana y libremente la superficie en la que hubo al comienzo un dibujo tan firme como para permitir todas las licencias de una imaginación apasionada y de una técnica dirigida por la poesía interior que es el alma de la pintura.  Así, por ejemplo, permite al contemplador,  en su versión de un incendio en el mar donde los rojos acendrados se elevan apenas tocando el aire, descubrir el interior de una catedral, donde parece haber un órgano que centra la escena con una estructura negra apenas delineada y la música, no las llamas que la artista pintaba, invade el ambiente y crea con el color, una armonía  profunda y apasionada. Un tango que se baila haciendo de los cortes un humo de entonaciones, cuando el dramatismo insinuado por las figuras no les reta ni un ápice a la posibilidad de volar en un sueño y dejar atrás las nostalgias o el dolor de los amores  traicionados. Los rojos pueden derretirse como flores que la distancia deforma, derramando su color sobre supuestos talles negros, cuando para la artistas fueron figuras humanas, un corso de la vida que corrió y quedó estampada para otras lecturas. Más allá entonces de toda figuración, la pintura de Graciela Danese es precisamente eso: pintura. Su libertad permite la libertad de interpretaciones, cuando sus líneas conducen al contemplador hacia la  dirección sentida por quien mira.
 Los cambios vertiginosos de un tiempo signado por la tecnología que se supera permanentemente, inducen tal vez a que el arte no pueda detenerse en una sola interpretación  de los temas que la realidad plantea; las reglas del juego no cambian para el equilibrio de las formas en permanente diálogo con el espacio que las contiene. Graciela Danese no deja nada de lado y al mismo tiempo, en el espacio que trabaja, se somete a los dictados de la tradición mientras sostiene  el vuelo libre de sus sueños. Elisa Roubaud

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