miércoles, 10 de julio de 2019

Aguirre José


JOSE AGUIRRE
La primera exposición individual de José Aguirre Lussich fue en el mes de julio de 1983 y en el Museo de Arte Contemporáneo de El País, cuando ocupaba su primera sede en la Plaza de Cagancha 1168.
José, nacido en Montevideo el 19 de junio de 1956, tenía entonces 26 años y confesaba: “Yo todo lo aprendido lo aprendí aquí, con Pepe Montes, y lo tomé como escuela uruguaya”. Las clases en el taller de Montes transcurrieron entre 1972 y 1978, fecha en que viajó a Europa. Allí, a través de la Academia de Holanda y de una experiencia de ocho meses en Barcelona donde fue orientado por Augusto Torres, pudo aquilatar las diferencias de escuela, si bien consciente de que “en pintura existe un camino general que debe ser transitado en forma personal, sentida, intransferible”.
José Aguirre sorprendió al público montevideano con una muestra integrada por trece paisajes, siete naturalezas muertas, tres autorretratos y un retrato. Obras que invadieron el recinto del MAC de una ingenua frescura que al desprenderse del motivo tratado y ser captada por el espectador, sutilmente se transformaba en honda nostalgia y serena beatitud. La identidad de José Aguirre con su obra es la de quien consigue una expresión ajustada entre el sentir y el ser: la obra resulta así un reflejo de la personalidad del artista.
Muelles y puertos, barcos, cerros, calles y la misma jarra que con distintos elementos se repite en varias naturalezas muertas, conducen al mismo mundo de ordenada composición, donde el color pone la nota más alta de tensión sentimental. Bien entonados, bien construidos, seriamente pintados, los cuadros de José Aguirre demostraron su realidad plástica a un nivel que resistía el rigor de un análisis exigente.
Al definir al retrato como “una naturaleza viva”, Aguirre es consciente de que su pasaje por la escuela holandesa y por la escuela del Maestro Torres García han sido definitorios en su quehacer. Dos sistemas de dibujo que se contraponen y que lo llevaron a decidirse, pese a las dificultades, por el camino marcado por Torres García, cuando la línea acusa el sentimiento, cuando la realidad del modelo se enriquece con la subjetividad del artista.
La participación en algunas muestras colectivas organizadas por el TTG en Montevideo (1972-1978), una exposición en Bonn, Alemania, en 1981; y, al año siguiente, su participación en el Salón Municipal de Artes Plásticas de Montevideo y en el Salón Municipal de Maldonado, precedieron esta presentación individual en el MAC. Otras exposiciones posteriores en Galería Moretti, en el Portón de San Pedro, continuaron confirmando aquellas características de abstracción y lirismo que marcaron desde el inicio la evolución de un pintor que desde muy temprano supo hacer de sus obras una carta de presentación.
Merece recordarse la colección de obras mostradas por Aguirre en Moretti en octubre de 1996. Hombre ya maduro, con ellas demuestra su opción por la pintura, dedicado a ella por completo. Son las naturalezas muertas las que nuevamente se llevan la palma. Vivas y vibrantes de un color restallante y bien valorado, aún en las notas más altas elegidas para su expresión. Son naturalezas abigarradas de elementos en intrincadas composiciones que convierten frutas, manteles y recipientes en pura sensualidad del color. En manifiesto contraste, texturas, luces y sorpresas de tonos que se revaloran y se mutan al ser contrapuestos, las audacias de José se fundan sin embargo en las medidas y rigurosas lecciones surgidas del taller del Maestro Torres García.
La misma intensidad de color comparte en los retratos la intención de dar el parecido. Bien logrado en el caso de su padre, Aureliano Aguirre, retrato que destaca unas pinceladas celestes en los ojos que tienen la mirada del original y que se desprende de un fondo interesante, oscuro de un lado y claro del otro, para recibir la luz. Hay un marcado contraste entre la zona de luz y la de sombra, prueba del dominio del color de este pintor, al evitar crudezas que podrían aparecer a la altura de tales vibraciones.
En esta exposición José Aguirre, al soltar el gesto y subir los valores a brillos desacostumbrados en la escuela de su formación, se afirmó en una postura personal. Curiosamente, en los fondos y en los ángulos de algunas obras pagó tributo al constructivismo, como quien fiel a su origen deja la impronta inconfundible de su primera formación.
Elisa Roubaud

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.