
EXPOSICION EN GALERIA TRENCH
Vuelve el color de
Odile Caubarrère a ocupar toda la planta alta de la Galería Trench (La Barra de
Maldonado), desde el 21 de febrero pasado (2002). Allí también se había colgado
su primera muestra individual en esta localidad, en enero de 2001.
Comenzó a pintar Odile Caubarrère (Montevideo, 1940) en el
Taler Met de Pnninghen, Montparnasse, París, en 1958; y al año siguiente, en la
misma ciudad, concursó y aprobó con méritos el concurso “Métiers d’Arts” que le
valió el puesto de vidrierista en las Galerías Lafayette. Formó su oficio en
los talleres de Alceu Ribeiro (1960 – 1962), Vicente Martín (1963 – 1965),
Jorge Damiani (1960 –1968), Gustavo Vázquez (1978 – 1980), Norman Botrill (1993
– 1997). Participó en el Salón Municipal de 1962, Salón Nacional de 1965; Salón
de Otoño, Galería Art Présant de París, 1990; Feria de Arte del Sur, Atelier 6,
Hotel Sheraton Montevideo, 1990; rodeó con sus obras la presentación de Stabat
Mater en “El Solar”, Canelones, 2001; W. Lounge y Galería Nora Prego expusieron
sus obras en el año 2000.
Esta larga carrera de quien se reveló como retratista de
niños desde muy temprano y trabajó en la decoración de interiores mientras
permanentemente pintaba en su taller, ocupó todas las horas de Odile sin que
pensara en exponer individualmente y con regularidad. Ya es hora de que esta
artista, madura y dueña de un lenguaje que la distingue, reciba el
reconocimiento de su talento y de su esfuerzo disciplinado. Sin vacilaciones,
el gesto de la artista recorre el espacio y responde a una fértil imaginación
para crear un mundo feliz, onírico, placentero. Este mismo gesto, cargado de
brillante color, esconde en las pinturas la línea sensible que se admira en los
dibujos que están a la disposición del público en cartones y carpetas sueltas,
como para observar con detenimiento ese contacto primero de la idea con el
soporte, ese espíritu que se vuelve figura, visión plástica, en la etapa
posterior. Sin embargo, subyace en estas mismas pinturas, la firmeza de las
primeras líneas, en la construcción de estructuras que contienen el color en
planos definidos netamente por otras líneas que actúan como contornos o por
juegos de sombras que ligan unas y otras superficies para la unidad de cada
composición.
Podría decirse que Odile Caubarrère es expresionista, porque
en toda su figuración prima el impulso de plasmar sus sentimientos,
convirtiendo irremediablemente cada tema tratado en una eclosión de colores.
Colores que, en el contraste feliz, expresan una poética que orienta la
ensoñación, creando la idealización del entorno y su recreación abstracta.
La honestidad con el tiempo que se vive, la relación con el
propio entorno local, son condicionantes para llegar a una síntesis y alcanzar
lo universal. Odile pinta su mundo y no sería de extrañar que en la violencia
de sus colores y contrastes pudiera leerse la incertidumbre que sacude la
región a nivel económico, cuando otros nubarrones de mayores tormentas se
ciernen sobre el mundo amenazando la paz. El siglo XX, receptor de tantos
adelantos técnicos, avanzado en investigaciones científicas, no pudo evitar el
horror de dos guerras mundiales y los dolores de revoluciones sociales en
naciones que despertaban al deseo de mayor justicia. El arte no se sustrae a
estas realidades. Tal vez como reflejo de luchas y contrastes surjan nítidos
los colores que denuncian esas situaciones, intuyendo que el deseo de un mundo
feliz plasmado en telas y cartones, puede ser una forma de atraerlo. Tal vez
esta expresión de color se afirme, también por la verdad de su contenido.
Elisa Roubaud
EL COLOR DE ODILE
Vuelve el color de Odile Caubarrère a ocupar
toda la planta alta de la Galería Trench (La Barra de Maldonado), desde el 21
de febrero pasado. Allí también se había colgado su primera muestra individual
en esta localidad, en enero de 2001.
Comenzó a pintar Odile
Caubarrère (Montevideo, 1940) en el Taler Met de Pnninghen, Montparnasse,
París, en 1958; y al año siguiente, en la misma ciudad, concursó y aprobó con
méritos el concurso “Métiers d’Arts” que le valió el puesto de vidrierista en las
Galerías Lafayette. Formó su oficio en los talleres de Alceu Ribeiro (1960 –
1962), Vicente Martín (1963 – 1965), Jorge Damiani (1960 –1968), Gustavo
Vázquez (1978 – 1980), Norman Botrill (1993 – 1997). Participó en el Salón
Municipal de 1962, Salón Nacional de 1965; Salón de Otoño, Galería Art Présant
de París, 1990; Feria de Arte del Sur, Atelier 6, Hotel Sheraton Montevideo,
1990; rodeó con sus obras la presentación de Stabat Mater en “El Solar”,
Canelones, 2001; W. Lounge y Galería Nora Prego expusieron sus obras en el año
2000.
Very soon Odile revealed her talent to portrait children and as an
interior decorator while she painted in her own workshop. She started to show
her works when she was already a mature artist, dominating a personal language,
a consequence of her disciplined effort and her natural conditions. The define
gesture, the brilliance of color and a sensitive line that can be admired in
the quick expressive drawings that preced her oil on canvass paintings,
characterize Odile’s plastic vision translated into expressionist planes where
the artist places the structure for an imaginary world not exent of naivety.
Esta larga carrera de quien se
reveló como retratista de niños desde muy temprano y trabajó en la decoración
de interiores mientras permanentemente pintaba en su taller, ocupó todas las
horas de Odile sin que pensara en exponer individualmente y con regularidad. Ya
es hora de que esta artista, madura y dueña de un lenguaje que la distingue,
reciba el reconocimiento de su talento y de su esfuerzo disciplinado. Sin
vacilaciones, el gesto de la artista recorre el espacio y responde a una fértil
imaginación para crear un mundo feliz, onírico, placentero. Este mismo gesto,
cargado de brillante color, esconde en las pinturas la línea sensible que se
admira en los dibujos que están a la disposición del público en cartones y
carpetas sueltas, como para observar con detenimiento ese contacto primero de
la idea con el soporte, ese espíritu que se vuelve figura, visión plástica, en
la etapa posterior. Sin embargo, subyace en estas mismas pinturas, la firmeza
de las primeras líneas, en la construcción de estructuras que contienen el
color en planos definidos netamente por otras líneas que actúan como contornos
o por juegos de sombras que ligan unas y otras superficies para la unidad de
cada composición.
Podría decirse que Odile
Caubarrère es expresionista, porque en toda su figuración prima el impulso de
plasmar sus sentimientos, convirtiendo irremediablemente cada tema tratado en
una eclosión de colores. Colores que, en el contraste feliz, expresan una
poética que orienta la ensoñación, creando la idealización del entorno y su
recreación abstracta.
La honestidad con el tiempo
que se vive, la relación con el propio entorno local, son condicionantes para
llegar a una síntesis y alcanzar lo universal. Odile pinta su mundo y no sería
de extrañar que en la violencia de sus colores y contrastes pudiera leerse la
incertidumbre que sacude la región a nivel económico, cuando otros nubarrones
de mayores tormentas se ciernen sobre el mundo amenazando la paz. El siglo XX,
receptor de tantos adelantos técnicos, avanzado en investigaciones científicas,
no pudo evitar el horror de dos guerras mundiales y los dolores de revoluciones
sociales en naciones que despertaban al deseo de mayor justicia. El arte no se
sustrae a estas realidades. Tal vez como reflejo de luchas y contrastes surjan
nítidos los colores que denuncian esas situaciones, intuyendo que el deseo de
un mundo feliz plasmado en telas y cartones, puede ser una forma de atraerlo.
Tal vez esta expresión de color se afirme, también por la verdad de su
contenido.
Elisa Roubaud
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