miércoles, 10 de julio de 2019

Caubarrère Odile


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EXPOSICION EN GALERIA TRENCH

 Vuelve el color de Odile Caubarrère a ocupar toda la planta alta de la Galería Trench (La Barra de Maldonado), desde el 21 de febrero pasado (2002). Allí también se había colgado su primera muestra individual en esta localidad, en enero de 2001.
Comenzó a pintar Odile Caubarrère (Montevideo, 1940) en el Taler Met de Pnninghen, Montparnasse, París, en 1958; y al año siguiente, en la misma ciudad, concursó y aprobó con méritos el concurso “Métiers d’Arts” que le valió el puesto de vidrierista en las Galerías Lafayette. Formó su oficio en los talleres de Alceu Ribeiro (1960 – 1962), Vicente Martín (1963 – 1965), Jorge Damiani (1960 –1968), Gustavo Vázquez (1978 – 1980), Norman Botrill (1993 – 1997). Participó en el Salón Municipal de 1962, Salón Nacional de 1965; Salón de Otoño, Galería Art Présant de París, 1990; Feria de Arte del Sur, Atelier 6, Hotel Sheraton Montevideo, 1990; rodeó con sus obras la presentación de Stabat Mater en “El Solar”, Canelones, 2001; W. Lounge y Galería Nora Prego expusieron sus obras en el año 2000.
Esta larga carrera de quien se reveló como retratista de niños desde muy temprano y trabajó en la decoración de interiores mientras permanentemente pintaba en su taller, ocupó todas las horas de Odile sin que pensara en exponer individualmente y con regularidad. Ya es hora de que esta artista, madura y dueña de un lenguaje que la distingue, reciba el reconocimiento de su talento y de su esfuerzo disciplinado. Sin vacilaciones, el gesto de la artista recorre el espacio y responde a una fértil imaginación para crear un mundo feliz, onírico, placentero. Este mismo gesto, cargado de brillante color, esconde en las pinturas la línea sensible que se admira en los dibujos que están a la disposición del público en cartones y carpetas sueltas, como para observar con detenimiento ese contacto primero de la idea con el soporte, ese espíritu que se vuelve figura, visión plástica, en la etapa posterior. Sin embargo, subyace en estas mismas pinturas, la firmeza de las primeras líneas, en la construcción de estructuras que contienen el color en planos definidos netamente por otras líneas que actúan como contornos o por juegos de sombras que ligan unas y otras superficies para la unidad de cada composición.
Podría decirse que Odile Caubarrère es expresionista, porque en toda su figuración prima el impulso de plasmar sus sentimientos, convirtiendo irremediablemente cada tema tratado en una eclosión de colores. Colores que, en el contraste feliz, expresan una poética que orienta la ensoñación, creando la idealización del entorno y su recreación abstracta.
La honestidad con el tiempo que se vive, la relación con el propio entorno local, son condicionantes para llegar a una síntesis y alcanzar lo universal. Odile pinta su mundo y no sería de extrañar que en la violencia de sus colores y contrastes pudiera leerse la incertidumbre que sacude la región a nivel económico, cuando otros nubarrones de mayores tormentas se ciernen sobre el mundo amenazando la paz. El siglo XX, receptor de tantos adelantos técnicos, avanzado en investigaciones científicas, no pudo evitar el horror de dos guerras mundiales y los dolores de revoluciones sociales en naciones que despertaban al deseo de mayor justicia. El arte no se sustrae a estas realidades. Tal vez como reflejo de luchas y contrastes surjan nítidos los colores que denuncian esas situaciones, intuyendo que el deseo de un mundo feliz plasmado en telas y cartones, puede ser una forma de atraerlo. Tal vez esta expresión de color se afirme, también por la verdad de su contenido.
Elisa Roubaud

EL COLOR DE ODILE
 Vuelve el color de Odile Caubarrère a ocupar toda la planta alta de la Galería Trench (La Barra de Maldonado), desde el 21 de febrero pasado. Allí también se había colgado su primera muestra individual en esta localidad, en enero de 2001.
Comenzó a pintar Odile Caubarrère (Montevideo, 1940) en el Taler Met de Pnninghen, Montparnasse, París, en 1958; y al año siguiente, en la misma ciudad, concursó y aprobó con méritos el concurso “Métiers d’Arts” que le valió el puesto de vidrierista en las Galerías Lafayette. Formó su oficio en los talleres de Alceu Ribeiro (1960 – 1962), Vicente Martín (1963 – 1965), Jorge Damiani (1960 –1968), Gustavo Vázquez (1978 – 1980), Norman Botrill (1993 – 1997). Participó en el Salón Municipal de 1962, Salón Nacional de 1965; Salón de Otoño, Galería Art Présant de París, 1990; Feria de Arte del Sur, Atelier 6, Hotel Sheraton Montevideo, 1990; rodeó con sus obras la presentación de Stabat Mater en “El Solar”, Canelones, 2001; W. Lounge y Galería Nora Prego expusieron sus obras en el año 2000.
Very soon Odile revealed her talent to portrait children and as an interior decorator while she painted in her own workshop. She started to show her works when she was already a mature artist, dominating a personal language, a consequence of her disciplined effort and her natural conditions. The define gesture, the brilliance of color and a sensitive line that can be admired in the quick expressive drawings that preced her oil on canvass paintings, characterize Odile’s plastic vision translated into expressionist planes where the artist places the structure for an imaginary world not exent of naivety.
Esta larga carrera de quien se reveló como retratista de niños desde muy temprano y trabajó en la decoración de interiores mientras permanentemente pintaba en su taller, ocupó todas las horas de Odile sin que pensara en exponer individualmente y con regularidad. Ya es hora de que esta artista, madura y dueña de un lenguaje que la distingue, reciba el reconocimiento de su talento y de su esfuerzo disciplinado. Sin vacilaciones, el gesto de la artista recorre el espacio y responde a una fértil imaginación para crear un mundo feliz, onírico, placentero. Este mismo gesto, cargado de brillante color, esconde en las pinturas la línea sensible que se admira en los dibujos que están a la disposición del público en cartones y carpetas sueltas, como para observar con detenimiento ese contacto primero de la idea con el soporte, ese espíritu que se vuelve figura, visión plástica, en la etapa posterior. Sin embargo, subyace en estas mismas pinturas, la firmeza de las primeras líneas, en la construcción de estructuras que contienen el color en planos definidos netamente por otras líneas que actúan como contornos o por juegos de sombras que ligan unas y otras superficies para la unidad de cada composición.
Podría decirse que Odile Caubarrère es expresionista, porque en toda su figuración prima el impulso de plasmar sus sentimientos, convirtiendo irremediablemente cada tema tratado en una eclosión de colores. Colores que, en el contraste feliz, expresan una poética que orienta la ensoñación, creando la idealización del entorno y su recreación abstracta.
La honestidad con el tiempo que se vive, la relación con el propio entorno local, son condicionantes para llegar a una síntesis y alcanzar lo universal. Odile pinta su mundo y no sería de extrañar que en la violencia de sus colores y contrastes pudiera leerse la incertidumbre que sacude la región a nivel económico, cuando otros nubarrones de mayores tormentas se ciernen sobre el mundo amenazando la paz. El siglo XX, receptor de tantos adelantos técnicos, avanzado en investigaciones científicas, no pudo evitar el horror de dos guerras mundiales y los dolores de revoluciones sociales en naciones que despertaban al deseo de mayor justicia. El arte no se sustrae a estas realidades. Tal vez como reflejo de luchas y contrastes surjan nítidos los colores que denuncian esas situaciones, intuyendo que el deseo de un mundo feliz plasmado en telas y cartones, puede ser una forma de atraerlo. Tal vez esta expresión de color se afirme, también por la verdad de su contenido.
Elisa Roubaud



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