sábado, 13 de julio de 2019

Herrera Zorrilla Miguel


Miguel Herrera Zorrilla hereda el talento de su familia y lo multiplica en la creatividad de sus obras. Recuerdo las primeras que ví en su taller de La Pedrera, durante los años ochenta. Aquellos paisajes que repetían la naturaleza que nos rodeaba y lo hacían con un velo de sueño sobre colores maravillosamente entonados, sugerentes y tanto menos agresivos que la realidad que los inspiraba. Cuando volví a encontrarme con la obra de Miguel la extensión del plano en formas esculturales que acentuaban el super realismo de su figuración, que moldeaban las formas en la madera con la misma docilidad con que la pintura se concentraba en formas, más que definidas, recortadas sobre el plano, lanzando los brillos y el humor de una imaginación exacerbada, sorprendían  al contemplador con una emoción distinta. Los caballos, que también hoy pueden verse en TazArt de Luis Ignacio Gomensoro, son esculturas que maravillan, porque palpitan. Nieto de José Luis Zorrilla de San Martín, hijo de Teresa Zorrilla Muñoz, Miguel Herrera ha sabido desarrollar con personalidad propia los dones de una educación en la belleza, el trabajo, el sabio esfuerzo permanente de su madre, haciendo honor a la grandeza también permanente de su abuelo. Todo se agradece. Elisa Roubaud

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