LA LIBERTAD EN LA ESTRUCTURA
Es ésta la tercera exposición individual de Andrea Gelsi
Castillo y es tal vez su primera
exposición interior, cuando dueña de un refinado oficio puede entregarse a
pintar desde sí misma, aunando al conocimiento de la composición y al sutil
manejo de los tonos, su profunda experiencia con el alma humana, espacio en el
que se mueve desde hace muchos años porque es psicóloga de profesión.
Con sano equilibrio y con serena alegría, con actitud de
artista y con la humildad de quien bien sabe de límites y discapacidades,
Andrea Gelsi ha hecho su camino paso a paso, alternando estudios y trabajos
apoyada en su talento y fundamentando su quehacer en la paciencia y la
disciplina del lento, concienzudo aprendizaje. Los primeros resultados de este
viaje hacia la independencia de expresión están a la vista en esta serie de su
producción que hoy se expone como una abierta confesión que es a la vez un
himno a la vida, un canto al amor y a la responsabilidad, un reconocimiento
refinado e idealizado de la realidad que envuelve a cada individuo en la trama
de su historia personal.
Todo arte surge de lo conocido y asumido por el artista; es
por eso que la tradición se cumple, porque en cada etapa germinan datos de
experiencias anteriores que evolucionan gracias a la sensibilidad de quienes
dejan obras que interpretan su tiempo y su espacio. Estas dos coordenadas
determinan la validez de una obra como respuesta del individuo a su medio. La
obra de arte es siempre un trabajo de síntesis que el artista entrega como un
don gratuito, para que otros vean lo que sin tal estímulo pasaría inadvertido,
y así comprendan mejor su propia realidad. Si bien estas obras de Andrea Gelsi
parecen cumplir con tal cometido, al remitir al contemplador a más de una lección
de la historia universal, como puede ser el moderado uso de la perspectiva en
una pintura desarrollada en el plano, las veladuras y transparencias que dan
cuenta de su probado oficio, la ajustada valoración del tono de color, la
utilización de una luz abstracta que envuelve cada composición, el detenimiento
en los pliegues y la calidad de una tela, conviene resaltar otras
características que le son propias.
Las estructuras medidas por la regla de oro, pintadas al
óleo sobre fibra, son fondos lustrados a la manera de la pintura a la
encáustica que Andrea Gelsi observó en ciertas obras de Pailós. Supo conseguir
un efecto similar, sin utilizar cera y calor para fijar el color: simplemente
ensayó el bruñido de la superficie pintada y obtuvo la textura buscada. Porque
ese esquema compartimentado, ese constructivismo torresgarciano, que sostiene
sin negar la cuota de libertad imprescindible para el avance personal, para el
cambio (tal es la esencia de la estructura), en cada obra funciona como marco
contenedor para situaciones propuestas por la artista que actúan sobre el
contemplador como un disparador hacia experiencias vitales fundamentales: el
amor, la maternidad, la paternidad, la
fraternidad, el juego, el baile, la música.
Son la vida y el movimiento que Andrea Gelsi prende de sus estructuras,
que se transparentan en los seres soñados, representados sin puntos de apoyo en
el espacio, para ser signo de una realidad profunda que pasa por toda situación
vital y no se instala en ella: se
refiere al origen y al destino, no importa cuál sea el llamado, la ocupación,
el objeto.
Lo pintado se vuelve así un imponderable, el tema ha sido
universalizado y la figuración se transforma en una abstracción que penetra sin
dificultad en el observador, para despertar otras respuestas, únicas para cada
uno.
Elisa Roubaud
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