GUSTAVO
GENTA EN LA CASABLANCA DE ITURRIA
Se
lee en el catálogo esta única frase que todo lo traduce: “Universos hechos de
espejos, carros fantásticos, complicados mecanismos…Algunas son miles de ideas
flotando y girando, otras maquetas del futuro,
otras planos que se abren. En todas algo que las vincula: el
movimiento”. Sólo esto, que tanto dice y no lleva firma, para definir el
espectáculo que se da en el conjunto de las obras que presenta Gustavo Genta en
la Casablanca de Ignacio de Iturria y su familia. Creativos, solidarios, en
cada espacio o habitación Ignacio y Claudia han sabido desarrollar un taller de arte con la
experiencia en distintas disciplinas: la música, la pintura, el dibujo, la
artesanía, se imparten con seriedad profesional y con la alegría personal de
cada uno de los integrantes de este mundo creado en familia.
Desde
la entrada se puede mirar una pintura de Gustavo Genta que atrae con su color y
su luz como anticipo de otras luces y brillos en obras de fina artesanía que
forman esculturas, juguetes, móviles, proyectando brillos de espejos que surgen
entre los hilos de alpaca que tejen las formas esféricas o más caprichosas, las
que, al proyectarse con la luz del
ambiente en las paredes producen un efecto de movimiento, como los juguetes que
pueden ser pequeñas bicicletas o carros que ruedan por sí mismos, finamente
terminados hasta el más mínimo detalle. Se mueven los hilos, se proyectan sus
sombras, los brillos a su modo también mueven destellos al encenderse y
apagarse. El asombro es permanente, todo es liviano, todo es posible y el
nombre de la exposición surge como respuesta: “Eppur si muove”, humilde y sabia
respuesta de Galileo ante quienes no creían en su descubrimiento.
Lo
cierto es que Gustavo Genta, ingeniero de profesión, matemático y preciso por
su formación, encontró en el arte de trabajar los mínimos trozos de papel
cortado en idéntica forma, la forma de envolver al contemplador en una poesía
de composiciones variadas en las que la densidad de la reunión de estos
pequeños papeles o su dispersión en ondas o en zonas donde el aire campea y se
mueve la mirada, una nueva mirada que mueve. Los signos están fijos, pinchados
al plano y “sin embargo, se mueven”. Los hilos de alpaca se tejen, se cortan,
se amalgaman o se evaden del todo para dar forma a una escultura totalmente
transparente y sin peso, que encanta y descansa como la buena poesía que se
siente y no se ve. Sin embargo, estos móviles se miran y se atraviesan con la
mirada; y la mirada queda suspendida tal como ellos que se mueven entre la luz
y la sombra proyectada; y el contemplador se maravilla y responde con su
admiración y siente que en su alma se instala ese mismo equilibrio matemático,
medido, cuidado prolijamente, detallado al milímetro que el artista domina y transmite,
en perpetuo movimiento.
Elisa
Roubaud.
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