SERGIO VIEERA EN EL MUSEO NACIONAL DE
ARTES VISUALES.
DENSA
Y CONMOVEDORA ES LA ESPIRITUALIDAD QUE ENVUELVE AL CONTEMPLADOR DESDE LA
ENTRADA A LA SALA GRANDE DEL PRIMER PISO EN EL MUSEO NACIONAL DE ARTES
VISUALES. ESTA PRIMERA SORPRESA , IMPACTANTE, ESTREMECEDORA, SE TRANSFORMA
SUAVEMENTE EN UNA PLACENTERA MEDITACION DURANTE EL TRAYECTO QUE SE RECORRE
ENTRE PINTURAS, ALGUNAS ESCULTURAS, DOS MURALES QUE RESUMEN, LLEVADAS A GRAN
ESCALA, LAS CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA DE SERGIO VIERA.LOS COLORES BAILAN EN
UNA ABSTRACCION QUE MANTIENE SUS SIGNOS EN PERFECTA ARMONÍA HACIENDO DE CADA
ESPACIO UNA REALIDAD OTRA, AUN CUANDO SE PUEDA RECONOCER EN SU GEOMETRIA
AVASALLANTE, TAL ES EL CASO DEL GRAN MURAL DE UNA PARED DEL SALON, LA SENSACION
LIQUIDA DEL OCEANO DONDE UN TIBURON SE DIVIERTE CON LAS OLAS. EL ESPECTADOR
PUEDE ENTRETENERSE FRENTE A CADA UNA DE ESTAS OBRAS SIN RECURRIR A UNA FRIA
INTELECTUALIDAD PARA PODER AQUILATARLAS Y COMPRENDERLAS, SENTIRLAS. LA FINEZA
DEL COLOR, LA EXACTITUD DEL DIBUJJO, LA PUREZA DE LAS FORMAS NATURALES COMO
RAMAS TRABAJADAS Y LAS ESCULTURAS ENTRE LAS QUE SE DSESTACA UN BLOQUE DE PIEDRA
TRABAJADO CON INCISIONES EN LA FORMA DE UNA TORRE IMAGINARIA QUE REMITE A LO INDIGENA
DEL CONTINENTE AMERICANO, ASOMBRAN Y PIDEN SIESMPRE UNA MIRADA MAS PAARA
PERMANCECER EN EL ALMA DE QUIEN MIRA. UN
PESCADO IMAGINADO SOBRE UN TROZO DE MADERA ES LA OBRA DE ARTE MAS FINA Y
SENTIDA DE TODA ESTA GALERIA MONUMENTAL DONDE VIERA DESPLIEGA EL RESULTADO DE
AÑOS DE ESTUDIO Y TRABAJO, ANGUSTIA Y ENTUSIASMO PARA PODER CREAR Y ENTREGAR AL
MUNDO EXTERIOR LA ENTERA Y PURA FUERZA DE SU INTERIORIDAD EXPRESANDO UNA IDEA
QUE CONSIGUE TRASMITIR CLARA Y DISTINTA: LO UNIVERSAL EN EL ESPACIO Y EN EL
INTERIOR DEL HOMBRE SE DAN CON NATURALIDAD EN LA CONTEMPLACION DEL MUNDO
EXTERIOR Y EN SU TRADUCCION ORDENADA Y MUSICAL, POETICA, SE CONSTRUYE LA OBRA
PLASTICA. ELISA ROUBAUD
TALLER VIERA REVISITADO
Volver a la antigua casa rosada sobre la placita de
Venezuela y Magallanes nunca se convierte en rutina, aunque ya pueda llamarse
costumbre y se repita todos los miércoles desde mayo de 2002. Y aun cuando cada
vez, como es mi caso, esa visita se cumpla desde el umbral de los caballetes,
intentando penetrar en la obra sin perturbar a quien pinta, disfrutando del
aura de este lugar, de la atmosfera creada en la suma del entremundo ali
reunido Siempre todo resulta una sorpresa.
Los artistas luchan y disfrutan, escuchan musica, a veces
conversan y las mas estan silenciosos para poder encontrar dentro de si el
impulso y plasmar en el blanco algo material y concreto de una realidad
distinta que perciben y necesitan
expresar. Prudencia, admiración, respeto, curiosidad, dominan en la
contemplación mientras unos y otros
consiguen encontrar, en la figuracion o en la abstracion siempre renovadas,
esa persistente canción que se repite
idéntica para cada artista, muda y cantada por cada uno con los rasgos y
colores propios.
Sergio Viera observa y es pensando y caminando que participa
permanentemente en la evolucion de los trabajos; tiene el don de orientar con
certeza en aquello que pueda solucionar problemas de construcción, de
equilibrio de formas, el tono, sin jamas interferir en la obra que se esta
gestando por la voluntad interior del alumno;
y poco a poco va surgiendo la claridad de la composición que se
estructura con dibujo firme y después habra de transformarse gracias al color.
Con una mirada abarcadora se distingue la libertad aprendida
y el esfuerzo individual que ha guiado la mano de los artistas. Las obras
difieren notablemente entre si y solo se emparentan por un aire de solvencia,
de solidez conceptual en cuanto a lo que es realidad, representación o pintura.
Nada “se cae”, como se suele decir: el dibujo esta prendido del soporte, las
formas se organizan y siendo todas las paletas distintas y todos los grados de
figuración variados entre unos y otros, los pintores del Taller de Sergio Viera
sin duda han comprendido que la buena pintura gana en el espacio su propia
realidad y se instala y perdura como tal.
Para el juicio de la historia.
Elisa Roubaud.
EXPOSICIÓN DEL TALLER SERGIO VIERA
La diversidad de los trece expositores en busca de la
abstracción, la armonía del tono y la equilibrada composición, podría ser la
característica más sobresaliente de una muestra de alumnos de Sergio Viera en
el taller de la calle Venezuela 1473, entre Minas y Magallanes.
Son ya trece pintores que marcan con su estilo una
trayectoria de trabajo, el resultado de una disciplina. Son trece expresiones
personales de cada artista que elige el tema y la forma en que habrá de tratarlo,
culminando en cada caso con un perfil definido que los identifica. A estos
perfiles individuales se suma la mirada general a todo el taller, instalado en
una antigua casa de la Aguada, cuyo carácter tanto en las habitaciones donde se
pinta, se conversa, se estudia y se cambian ideas todos los miércoles de tarde,
como en las áreas comunes y a cielo abierto, se respira libertad y respeto,
espacio para todos y una contención dada por la fuerza del grupo que se reúne
puntualmente desde hace casi diez años.
En la diferencia que marca el carácter de cada artista se
lee la buena orientación del profesor Viera, permitiendo que se haga buena
pintura, que se recorra un camino propio sin alejarse de las reglas que
convierten el espacio blanco en una buena composición plástica. Y así se puede
apreciar la alegría impresionista de Sofía Cosco, la fuerza del color que se
instala como si no pesara, precisamente para dar peso y sentido al tema
tratado; la intención geométrica que va guiando hacia un dibujo y una abstracción
cada vez más libres, los trazos y el color de Mabel Fiandra, de María del
Carmen Peaguda, de Adolfo Albanell, quien junto a los paisajes de casa y campo
pintados en una paleta baja y terrosa como conviene al tema, muestra además
tres dibujos que revelan su línea sensible, la primera y directa expresión
sobre el papel. Si bien José Luis
Inciarte suele pintar la figuración de
su mundo interior dominado por paisajes de imponente naturaleza, en esta
muestra presenta dos cuadros geométricos en una paleta alta, de brillante color
y de inspiración más mental. La ingenuidad de Ana Inés Morelli es simplemente
aparente y responde a una simplificación audaz de la realidad, para lo cual
esta colorista maneja el espacio con decisión en el dibujo y una composición en
la que arriesga color y forma, hasta convertir el fondo en otras tantas figuras
de su mundo imaginario. Los pardos colores de Patricia Butler resuelven el
paisaje sobre la horizontal y la vertical y en uno de los dos cuadros
presentados, los tonos pastel, luminosos, muestran una nueva tendencia en la
abstracción de su pintura. Susana Rossini traza con decisión y seguridad las
líneas fundamentales de su composición, y ésta va cambiando, transformándose
con pinceladas espontáneas y expresivas, unas sobre otras, hasta conseguir la
unidad que la artista busca en cada creación. Josela Mazza crea un mundo de
color y formas totalmente abstractas en las que se descubren aristas de la
realidad; son las que dan consistencia a su discurrir con el color, en un diálogo
casi musical de tonos que a la vez
acompañan y cubren aquella figura inicial. Los caballos de Robert Larrosa palpitan con la dinámica que
el artista consigue imprimir a la forma. Horacio Herrera hace gala de su
libertad para combinar elementos plásticos que remiten a la realidad, es el
caso de unas flores, que son antes pintura que flores y en esto radica el
mérito de su trabajo. Daniel Valenti muestra su habilidad en el retrato y en el
desnudo, con una técnica que contiene su expresividad dentro de los límites que
el artista se impone para convertir en plasticidad las formas naturales del
modelo elegido. Por todos estos valores rescatados de la mirada a la exposición
del Taller de Sergio Viera, se impone el comentario que las obras presentadas
inspiran al contemplador. Elisa Roubaud
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