Adolfo Albanell
Las texturas que rompían la monotonía y
conformaban el paisaje de una “geometría sensible”, se transforman en esta
nueva etapa de Adolfo Albanell en objetos dóciles a la poesía que va dictando
su hacer y componer. Hay un respeto, una base muy geométrica y después lo ortogonal se rompe para darle el movimiento y
la sorpresa que el artista sabe dosificar en cada caso. Baile de color y de formas abstractas en el
espacio que sostiene aquellas otras formas, reales, de objetos encontrados que no necesitan
figurar ninguna realidad.
Se ha caracterizado Adolfo Albanell por el
respeto hacia todo lo natural, por una actitud de silencio que le lleva a
descubrir en su entorno lo que sus manos podrían transfigurar, creando así una
nueva realidad y rescatando del olvido y del desecho los materiales nobles como
la madera, el cartón, el papel, la arpillera, los lienzos que el artista
ordena, pinta, transforma y realza,
dándoles unidad en un todo armónico que
se cumple rigurosamente en cada una de sus composiciones. Y es que en todos
esos rastros encontrados el artista descubre los colores y matices que el
deterioro y el paso del tiempo dejan en la materia. Y la recoge, la rescata, la
trabaja, creando sobre los restos de cajones o las viejas puertas encontradas,
una geometría de gruesas líneas pintadas que recorren aquellos planos formando
otros nuevos, plenos de colores cálidos en los que predomina el terracota. No
por casualidad prevalece en las obras este color que tiene de la tierra, del
ladrillo, de la materia que hace renacer y con la que se construye. Albanell reconstruye, con una figuración que
fluye naturalmente en el encolado, en el
borrado del color bajo el cual aparecen otros matices, en el dibujo apenas
imperceptible deformas que ennoblecen alguna superficie lisa, en el lijado que
crea nuevas texturas en el viejo aglomerado de madera que está rescatando,
tanto dosificando matices como utilizando una enorme mancha de tinta
para convertirla en forma que se deforma y que se adapta al todo que conviene
crear, para que cada pieza cobre nuevo sentido.
Es
la materia transfigurada, la nueva mirada del artista sobre la misma realidad
de objetos con los que convive en el campo o en la ciudad. Albanell utiliza líneas pintadas gruesas para delinear
la geometría de una fantasía ortogonal en la que las bandas de arpillera
deshilachada continúan cumpliendo la función divisoria que ya tenían en etapas
anteriores. La tela muy abierta sobre el soporte de madera aglomerada, se abre
aún más para dejar pasar el color y dócil se pega a la base cuando el pincel
repasa sus líneas dando fuerza a la materia, para que viva. La mano del artista ordena, sigue a la
imaginación para que, por ejemplo, partes de una moto-sierra pierdan toda su agresividad y funcionen en el
conjunto como un elemento estético, agradable, sumergido en un fondo de grises,
blancos y azules que nuevamente contrastan con formas ortogonales densas como
el terracota de la tierra donde ya se hunden.
Albanell equilibra el color cuando va al morado o al rojo, o al rosa y viene
del verde o los azules; cuando no vemos la rigurosa geometría en un recorrido
por las texturas del puro blanco del
fondo a las formas geométricas pintadas en negro dejando pasar el marrón por
los hilos de la arpillera abiertos, infaltables para dar un piso, una base, al
juego de las formas libres.
La mano del artista no impide la expresión
libre de los materiales utilizados, con respeto e indudable buen gusto permite
que se expresen por sí mismos. Integra
texturas, del blanco al marrón, del rosa al fucsia, de la sorpresa de la mancha
negra al color natural de la madera. La materia
inicial siempre aparece y se mezclan fibras y cartones, o se pliega
sensualmente el lienzo, al seguir un
orden lineal que sostiene toda la composición, que es la estructura del cuadro:
mas no fuerza, no dirige el movimiento del artista, solamente está ahí: presente. Y transfigurada. Elisa Roubaud
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.